lunes, 26 de abril de 2010

el humo del cigarro 3 parte


Tengo 15 años
- A ver Luísito, explicame que ha pasado.
- Señor director, Luísito lo sera su madre, puedes llamarme Raven.
Una sonrisa asoma por sus labios, le hago gracia. Miro a mi alrededor y me devuelve la mirada un cuarto que intentaba ser serio y se quedaba en patético. Es lo que tiene el sistema educativo público dirigido a lo peor de Santiago. En el techo podían verse humedades y era incapaz de ver la madera de la mesa entre tanto papel tirado encima, demasiado trabajo para un solo tipo, es un hijo de puta pero habría que nombrarlo santo.
- Esta bien… Raven. ¿Qué ha pasado?
- Nada.
- Respuesta incorrecta. Quizás si te enseño esto recuerdas algo.
Lanza de forma muy dramática una bolsa de maría a la mesa, su gesto es serio y veo que estoy en un buen problema
- Ah, eso. ¿Cómo sabe que es mía?
- No soy idiota, solo tuve que amenazar a un par de personas con acusarlas a ellas y me dijeron que hablara con los Rojo, es decir, tu o alguno de tus hermanos. Eres el mayor así que aposté por ti. ¿Es tuya?
- Lo es
- A ver Lu..
- ¡Raven!
- Raven.. ¿Por qué?
- ¿Si le doy un buen motivo no me expulsara ni me denunciará?
- Te expulsare, pero no te voy a denunciar aun estas a tiempo de rectificar y no tirar tu vida a la basura.
- Bueno, entonces no vale la pena seguir hablando, ¿tres días como siempre o ya es para siempre?
- Dime quien te la dio, como lo conseguiste y a quien pensabas vendérsela y serán tres días.
- Hasta luego diré, ha sido un placer.
Me doy la vuelta y abro la puerta, él se queda sentado inmutable. Cuando cierro escucho como un cajón se abre y el sonido de una botella descorcharse, no sé si beberá para celebrar que hay una alimaña menos de la que preocuparse o porque realmente le duele que me haya ido. Avanzo unos metros y veo a Miguel, mi hermano pequeño. Sus manos tiemblan de nerviosismo y de sus labios parecen salir susurros pidiéndole a cualquiera que escuche un poco de suerte. Su cuerpo es delgado, muy delgado, sus ojos intranquilos y con mala conciencia, el típico chico que sabes que va a acabar mal. Me ve y se abalanza sobre mí como un león a su presa, necesita saber.
- ¿Qué ha pasado?
- Estoy expulsado.
- ¿Qué? ¿Por qué?
- Porque alguien es lo suficientemente gilipollas para vender mierda a desconocidos y por creerse que puede ser el dueño del mundo de la droga con 13 años.
- L.. Lo siento. ¡Te juro que encontrare al que me delato y lo mataré!
Me doy la vuelta y le golpeo en el estomago con mis puños, no se lo espera y su cuerpo se contrae como una tortuga con miedo. Mis manos lo agarran y lo levantan en el aire como una muñeca de trapo, dios, no debe pesar mas de 50 quilos.
- ¡Lo que vas a hacer es callarte! ¡Lo que vas a hacer es dejar toda esta mierda! ¡lo que vas a hacer es estudiar y dejar de joder con tus niñadas! ¡Madura imbécil!
- ¡Pero necesitamos la pasta!
- ¡Que te calles! ¡lo que necesitas es una buena ostia! Como vuelva a verte haciendo el gilipollas te juro que te destrozo. Mierda, joder. Además ahora me voy a poner a currar porque gracias a ti ya no tengo que estudiar y puedo ayudar a papá.
Le suelto, se queda en el suelo quieto.
- Lo siento raven…
- Me llamo Luís joder. Madura.

Tengo 17 años
- Hijo levantate.
Mis ojos se abren lentamente mientras me despierto. Me cuesta unos segundos darme cuenta de donde estoy. El hospital. Mi padre golpea mi brazo mientras con la otra mano hace un signo para que no hable. Se levanta, intento retenerlo pero aparta mi mano con violencia y entiendo que no es muy buena idea llevarle la contraria. Miro su cuerpo y puedo ver los efectos que el cancer está teniendo sobre él, pálido, delgado, ojos vidriosa, la sombra del hombre que fue. Me agarra y me lleva sigilosamente hasta la puerta del pasillo. Abre lentamente y mira por un resquicio si hay alguien y hasta que supo que era seguro no la abrió del todo.
- ¿Qué coño haces papa?
- Calla joder.
Avanzamos unos metros por el pasillo hasta llegar en una esquina, allí mi padre se asoma para vigilar y al descubrir dos enfermeras pone la mano en mi pecho para que no me mueva. Se vuelve hacia mi y me susurra lentamente al oído.
- Luís, vas a salir corriendo de aquí gritando cualquier tontería. Eres bastante mas rápido de lo que yo era a tu edad así que no te pillaran y seras una distracción perfecta para mí. Quedamos dentro de 5 minutos en mi coche. ¡Ahora!
Sin tiempo a reacción me empuja hacia fuera. Las dos enfermeras me miran extrañadas.
- Esto… disculpen. ¿Podrían decirme que hora es?
Una de ellas frunce el ceño y me responde
- Las 12 y media.
- Oh comprendo, que tarde se me ha hecho. Esto… bueno… ¿Qué iba a decir yo? Ah si. ¡MONOS VOLADORES! ¡MONOS NAZIS VOLADORES! ¡SOCORRO!
Y corro y grito y no paro. Todo el hospital se despierta y con muy mala ostia. Celadores y enfermeros me persiguen y salen de la nada para deterneme y hacerme callar. No lo conseguirán. Cojo una camilla y cogiendo impulso me lanzo sobre ella, todos se apartan a mi paso hasta que una enfermera gordísima me placa. La camilla cae y yo con ella. Me rodean dos médicos para detenerme pero antes de que me tuvieran en sus garras mis manos vuelan hacia el pantalón del que está mas cerca y los hago caer hasta suelo quedando se mis perseguidores paralizados ante lo inesperado de la situación,uno al ver que un chiqullo le ha humillado y el otro al comprobar que su colega no lleva habitualmente calzoncillos.. Aprovecho ese segundo para escurrirme entre los dos y lanzarme a las escaleras que estaban justo enfrente. Bajo los escalones de 4 en 4 y en cuanto tengo espacio salto de escalera en escalera por el hueco. Pierdo la cuenta de los pisos y al rato escucho cada vez mas lejos los gritos de mis perseguidores hasta que llego al sótano 2, donde esta mi coche.
Avanzo entre los automoviles escondiéndonos y escucho cerca de mí la tos de mi padre. Puedo notar como sus pulmones luchan por no salir volando de su boca. Me asomo entre los coches y veo a mi padre tumbado en el suelo temblando y unas gotas de sangre al lado de su cabeza.
Corro hacia él temiendo lo peor, y le agarro la cabeza mientras una nueva oleada de dolor y toses recorre su cuerpo. Lo aprieto contra mí unos segundos hasta que su cuerpo se relaja. Quedamos así unos segundos hasta que lentamente separa su cabeza de mis brazos y susurra con voz ronca
- ¿Monos voladores nazis?
- Fue lo primero que se me ocurrió
- Dios… ya no sé lo que os enseñan en el colegio.
Se levanta con dificultad y se acerca el coche, mira la puerta del piloto y se acerca pero a medio camino parece cambiar de idea.
- Luís ¿Sabes conducir?
- Papá, tengo 17 años
- No me jodas Luís que nos conocemos, coge mis llaves
- Tranquilo, ya tengo yo las mías.
Nos reímos como hace tiempo que no lo hacíamos. Nos subimos al coche y arranco el motor.
- ¿Dónde le llevo caballero?
- Tú conduce, yo te guio. Sigue recto y gira a la derecha en la rotonda.
- Necesito una explicacion papá. ¿Qué coño ha pasado ahí dentro?
- Ayer escuche a los medicos. Pensanban que dormía pero a mi no me pilla ningún matasanos, esos cabrones se creen mejor de lo que son, siempre tocandome los...
- ¡Papá! Al grano
- Sí, sí. Lo siento. Les escuche hablando de mí, dijeron que si pasaba de esta noche habría ocurrido un milagro.
- ¿Q-Que?- Las lagrimas surgían de mis ojos.
- Que si joder, no dramatices.
De su pijama de hospital, de alguna parte que espero no averiguar jamás saca una cajetilla de tabaco. Me pasa un cigarro y el enciende otro. Le miro con los ojos muy abiertos, sorprendido y con cierta ira.
- ¿Qué te pasa?
- Papá, tus pulmones…
- Un poco tarde para dejarlo ¿no? Anda fuma, te sentirás mejor.
- ¿Pero por qué quieres que te saque del hospital? ¡Así no tendras ninguna oportunidad!
- No quiero morir en un hospital..
Callamos. Lo entiendo. Dios, ¿Por qué todo se va a la mierda a tanta velocidad? Conducimos en completo silencio solo interrumpido por breves indicaciones de mi padre. El reloj pasa de las dos de la madrugada cuando me pide que detenga el coche. Hemos pasado hora y media conduciendo y no tengo ni idea de donde estoy. Delante de mí un viejo bar restaurante, no muy lujoso pero con buena pinta y que lleva horas cerrado. Cerca, una vieja valle de madera de un color que probablemente antes fuera blanco y ahora es desconchado protege a los transeuntes de caerse en un río que atraviesa una pradera de hierba como una caricia colandose entre las piernas.
Mi padre se apoya apoya en la cerca y enciende otro pitillo.
- Cuida de tus hermanos ¿entendido? Te necesitan, eres el único con cabeza en esa jodida casa.
- Sí papá.
- No te metas en lios. Se que no os he enseñado bien, pero siempre hay otro modo ¿entiendes? No debes golpear y destrozar a cada uno con el que se hayan metido en problemas nuestros chicos, así nunca aprenderán. La violencia, ser un tipo duro me ha llevado a acabar así. No acabes como yo.
- Sí papá.
- Luís, eres un buen chico.
El río suena como un susurro en la noche, unos segundos de silencio sirven para asimilar todo lo que está pasando.
- Papá. ¿Por qué aquí?
- Aquí conocí a tu madre.
Volvemos a callarnos. Él ya no dira nada, es un tipo duro. Me pongo a su lado y mi mano se apoya en su brazo, le respeto, es un desgraciado, un perdedor, una mala influencia, un padre horrible, pero joder, es mi padre.
Permanecemos así horas. De repente un nuevo ataque de tos hace que mi padre caiga al suelo en cuestion de segundos. Sangre sale de su boca y esputos negros manchan el suelo. Grita de dolor y agarra la hierba del suelo en un vano intento de retener la vida con sus manos. Al poco deja de temblar. Llamo a la policía. Mientras espero su llegada me permito llorar, ya no podré volver hacerlo.

Tengo 18 años
- Bien. Aquí esta tu mesa. A partir de ahora trabajaras aquí. Tu cometido será asegurarte que las cajas estan donde deben estar. Las cajas dependen de ti, la empresa depende de ti, a partir de hoy eres el dios de las cajas recuerdalo. Y para que te des cuenta de tú poder te entrego “el sello”.
Mis compañeros sonríen, alguien con un curro peor que el suyo, eso es poco habitual. ¿Le harán esto a todos los nuevos?
- Así que mi cometido será sellar papeles.
- Oh chico, tomatelo con humor, no es tan grave, es un buen trabajo. Mejor que cualquiera que podrías conseguir sin el titulo escolar. ¿Cómo se te ocurrió dejarlo?
- Lo siento tío José.
- Enterate, ahora eres un adulto. Comportate como tal.
Mis compañeros seguían sonriendo. Odio este sitio. Una fabrica de cajas, en todos mis años de adolescencia jamás pensé que acabaría sellando papeles en una fabrica de cajas. Mi tío es un hijo de puta, le encanta tenerme aquí para demostrarse a si mismo que es mejor que mi padre, que su hermano, solo por eso me contrato. Pero tiene razón, tengo que portarme como un adulto. Ahora me toca hablar a mí,
- Bueno ¿Dónde están todos esos papeles y esas cajas de las cual soy dios?
Una sonrisa se estampa en mi cara. Risas por parte de mis compañeros. ¿Así que esto es odiar la vida?

Hace seis meses
Mil cuatrocientos sesenta y cinco sellos. Mil cuatrocientos sesenta y seis sellos. Mil cuatrocientos sesenta y siete sellos. Mil cuatrocientos…
La voz de mi tío interrumpe mis pensamientos. La nave industrial donde trabajo tiembla con el ruido de las sillas al arrastrarse por el suelo.
- Las seis.
Solo esas palabras salen de su boca, no necesito mas. Me levanto, se acabo mi apasionante jornada laboral. ¿Qué haran todos esos impresos sin mí? Me dirijo a la puerta junto mis compañeros y la brisa de la ciudad golpea mi cara. Me apoyo contra la pared de la fábrica de cajas para respirar un poco cuando los veo. Miguel y Gabri. Mis hermanos, los que me quedan. Javi, el mayor después de mí, no pudo con la presión y huyó de casa poco después de empezar aquí. Solo quedabamos tres de la familia Rojo
Bueno, dos y medio.
Gabri era el tercero, el mas listo de los tres. El que puede sacarnos de toda esta mierda. Joder, esta en la puta universidad. Le ayudo lo que puedo pero gracias a todas las becas que ha conseguido por ser jodidamente listo al final el que nos ayuda esél.
Pero Miguel… está peor que nunca. De la inofensiva e incluso positiva maría se paso a la coca, y como veía que se excitaba demasiado empezo con el caballo para relajar la maquinaria. És estúpido, pero para él tenía sentido. Estaba aun mas delgado que en el instituto y con muchísima menos cabeza. Había tirado su vida porel retrete y Gabri estaba empeñado en lanzarle un salvavidas.
Gabri se adelanto hacia y me agarró del brazo.
- Lo siento, no he podido retenerlo.
- Necesito 80 pavos tío. Hoy has cobrado tío, lo necesito.
- No he cobrado una mierda, te los doy mañana.
- ¡Luís! No le dés nada. ¿No ves que solo haces que se vaya a por caballo?
- Mira Gabriel. Al menos me lo ha pedido y no me ha robado nada, eso es un logro. Tú no vives con él, no sabes lo que és. Prefiero darselo antes de que se chute con caballo de segunda y se nos quede en el sitio.
Miguel se abalanzosobre mí mientras lloraba de alegría.
- Tú si que me entiendes. Tú sí que me quieres, eres mi hermano tío.
Pude ver en la cara de Gabriel el dolor que causaban esas palabras. Él le quería muchísimo, por eso le jodía Era el que nos va a salvar, yo solo los mantenía hasta que eso ocurriera, pero no entiende la mierda en la que esta metido Miguel, no entiende lo que es una adicción.
Enciendo mi cigarro y dejo que mi hermano llore. Gabri se acerca a nosotros y nos intenta abrazar, pero antes de que lo haga Miguel me suelta y le empuja al suelo. Se rasca las muñecas contra la gravilla y en el suelo murmura. “Te salvare… algún día”

Hace 5 días.
Hoy he vuelto a discutir con mi novia. Dice que no me importa,que vivo por mis hermanos. Es cierto a medias, sin ella me habría tirado de un puente, es lo único que tengo que no es para ellos, lo único que hace que mi vida sea propia, pero no me entiende. Amo y odio a mis hermanos al mismo tiempo, los quiero porque son mis hermanos, porque lo han vivido todo conmigo, pero los odio porque mi vida es una mierda porque mi padre me dejo a cargo de ellos, odio a Gabriel por ser mas listo que yo, odio a Miguel por haber encontrado una forma de evadirse de esta mierda.
Me han ascendido, ahora tengo una mesa mas grande y unos 50 euros mas de sueldo. Mi responsabilidad tambien ha aumentado, ahora tengo dos sellos,uno para aceptar y otro para rechazar, soy un dios de el papeleo.
El telefono suena. ¡Sí, hasta tengo telefono propio! Dejo que suene un par de veces antes de dignarme a contestar.
- ¿Sí?
- ¿Luís Rojo?-era una vozfría y distante, obviamente era la policía.
- Correcto.
- Somos de policia nacional.
- Digame algo que no sepa. ¿Qué ha hecho Miguel? ¿A dónde tengo que ir a recojerlo y cuanto es la fianza?
- Señor, es por sus hermanos Gabriel y Miguel Rojo.
- Si ya ya. ¿Qué han hecho?
- Han muerto. Lo siento.
Mi mundo explota.

miércoles, 21 de abril de 2010

El humo del cigarro 2 parte


Intento mirar disimuladamente a mi alrededor, nadie se ha dado cuenta del brillo metálico que durante unos segundo asomó por mi gabardina. Estoy metido en una buena y no tengo ni idea de porque. El sudor empieza a asomar entre mi pelo resbalando por el cuello mientras un escalofrío recorre mi columna vertebral. El muchacho llega con mi copa, le agarro la mano y lo acerco a mi mientras le susurro al oído
- Oye colega. ¿Cuánto tiempo llevo aquí?
- ¡Joder tío sueltame! ¡Apestas! Llevas aquí tres días, llegas en cuanto abren y no te vas hasta que te avisamos por quinta vez. ¡si hasta duermes al lado de la puerta!
- N.. no es posible.
- Creo que necesitas un medico, has bebido demasiado.
- Si… ¿Pero por qué?
Me mira unos segundos, con unos ojos de pena parecidos a los que le pones a un perro callejero, y se aleja de mi dejando la copa llena. Mis ojos vuelven a detenerse en el espejo y veo que el tipo tiene razón, joder, estoy asqueroso.
Piensa Luís piensa… Tengo que hacer algo, ¿pero qué?
¡Sara! Tengo que llamarla, ¿Cómo me he podido olvidar de mi chica?
Mis dedos luchan en vano por localizar el móvil en mis bolsillos. Una blasfemia sale de mi boca al descubrir que mi teléfono ha huido. Enciendo otro cigarro y lo gasto tan rápido que empiezo a toser, miro con temor la mano con la que me tape la boca por si acaso encuentro sangre. Siempre lo hago, quizás por miedo, poco después de que mi padre me diera mi primer paquete el encontró sangre entre sus dedos después de un fuerte ataque de tos. Murió dos meses mas tarde de cancer. Finalmente los cigarros le dieron el consuelo que necesitaba. Dejandome a mí con tres bocas que alimentar, tres hermanitos persiguebragas y mojacamas y mi única opción trabajar en la fabrica de cajas de mi tío, aunque la verdad es que no me quejo, otros acabaron peor.
Levanto la mano, el camarero vuelvo con cara de impaciencia, le pido usar su teléfono y el me responde con una mirada de desprecio. Me indica el final de la barra y allí me dirijo.
Intento recordar el número de Sara pero soy incapaz. Tengo su tarjeta de visita en la cartera así que la saco, sin querer mi mano roza la pistola y se me pone la piel de gallina. Intento ignorar esa molesta sensacion y mientras saco mi ansiado premio de la cartera una foto cae de ella. Maldigo entre dientes y la recojo. Es una foto mía y de mis hermanos, tío, parecemos hasta felices.
Mi cuerpo se contrae, mi corazón late a mil por hora, como si quisiera salirme del pecho y decirme algo. Me agarro a la cabina para no caer al suelo. Dios, sea lo que sea que este pasando tiene que ver con mis hermanos.
Aguanto hasta que se me pasa, me cuesta un par de minutos y la gente empieza a mirarme a raro. Agarro el teléfono y marco los números que me indican la tarjeta. Suena un par de veces hasta que ella lo coje, solo con sentir su voz todo parece un poco mejor.
- ¿Si?
- Cariño.. soy yo.- Una sonrisa se forma en mis labios, todo se va a arreglar.
- ¿Luís?
- Si. necesito tu ay..
- ¡Te dije que no volvieras a hablarme!- sus gritos se podían oír en todo el bar- ¡¿Cómo te atreves a llamarme?! ¡No quiero saber mas de ti! Dios… después de lo que le hiciste a ese tío vas y me llamas. Si vuelvo a verte llamo a la policía. ¡Adiós!
- Pe…
Mis palabras quedan en el aire atrapadas por el pitido del teléfono, ha colgado. La gente de las mesas de alrededor me interroga con la mirada y puedo ver el miedo en sus ojos, lo han escuchado todo. Me siento en el suelo con las manos en la cabeza. Necesito pensar, cojo la cajetilla buscando mi fuente de inspiración cuando un grito de furia sale de mi boca.
- ¡Joder! Ya me los he fumado todo.
La gente comienza a alejarse un poco de mi y murmuran entre ellos. Mi mano se eleva unos centímetros y señalo a un tipo con pinta de estar cagandose en los pantalones
- ¡Eh tú!
- ¿Qu- qu- que quiere?
- Dame un cigarro
- ¿Qué?
- ¡Que me des un jodido cigarro!
- Cl- claro.
Su voz tiembla, dios, ¿Qué estoy haciendo? Estoy demasiado borracho.
- Tome.
- Gracias.
El tipo se aleja y vuelve a sentarse. Enciendo el cigarro y aspiro todo el humo que puedo antes de echarlo. ¿Qué le hice a el tipo que dice la que parece ser que ahora es mi ex? Obviamente está relacionado con que me haya dejado así. ¿Qué le ha pasado a mi móvil? ¿Cómo me he hecho esta herida en la cara? ¿Por qué llevo tres días aquí sentado bebiendo sin parar? Debía de estar esperando a algo… ¿pero a que? Y sobre todo. ¿Por qué?. AGH, necesito una copa.
- ¡Tú! ¡Camarero! Dame otro whisky.
- Creo que ya has bebido demasiado colega.
Me levanto sin pensarlo, mi cuerpo tiembla de ira al acercarme a la barra. Y lanzo lo que queda del cigarrillo a la cara del memo que me está llevando la contraria.
- ¡Mira gilipollas, tengo sed, necesito alcohol, y tu puto deber es darme otra copa a su debido precio, así que saca la cabeza de tu culo y dame un jodido vaso lleno hasta arriba o te juro que convierto tu cara en comida para perros!
- Tranqui colega. Ahora te lo traigo.
Espero en la barra y en unos segundos hay un whisky doble con hielo delante de mí. Mientras acaricio la copa una mano se posa en mi espalda. Mi cabeza se gira lentamente. Veo ante mí a un tío muy cabreado, su cara estaba cogiendo un tono rojaceo y las venas se marcaban en su cuello pero quizás hubiera sido mucho mejor idea fijarme en el puño que veía hacia mi a toda velocidad antes que en sus venas.
Sus nudillos golpean mi cara y de mi boca sale la sangre acompañada por un diente, lo veo volar lentamente como si se estuviese despidiendo. Apoyo todo el peso de mi cuerpo sobre la barra. Eso ha dolido.
- Va a ser mejor que te vayas, no queremos a gente como tú por aquí.
- Oh tío, ese era mi diente favorito. ¿Cómo se lo diré a su madre? Se lo va a tomar muy mal. Que insensibles.
- Amigo, si sigues por aquí no te quedaran dientes así que no tendrás problema.
- Tranqui tranqui, ya me iba. Por cierto, es una lastima, odio desperdiciar así una copa cuando la necesito tanto.
- ¿Qué?
Antes de que pudiera reaccionar mi mano agarra el vaso lleno de whysky, tomo impulso girando en el taburete y lo estrello contra su cara. Cae entre gritos de dolor, quizás algún cristal se le ha clavado en el ojo. Que se joda, era mi diente favorito.
Veo que dos amigos suyos se acercan, un resplandor metálico sale de la mano de uno de ellos, una navaja. Tengo que salir de aquí. Los dos intentan acorralarme, miro a mi alrededor pero no veo ninguna arma cerca, hay que ir a la desesperada. Agarro el taburete y se lo lanzo con todas mis fuerzas. La idea era derribarlos y tener espacio para escapar, pero lamentablemente parece que hoy en día todos los taburetes están atornillados al suelo. Este permanece estático y gracias a la ley de acción y reacción mi cuerpo no, de la resistencia inesperada pierdo el equilibrio y caigo al lado de mi viejo amigo, que aun grita como un condenado y esta sangrando una barbaridad. Me clavo unos cristales en la espalda, justicia poética supongo, pero lamentablemente mis nuevos colegas no tienen pensado filosofar sobre el tema, el que no lleva navaja me pega una patada con todas sus fuerzas. Noto como algo cruje dentro de mi y veo como su compañero se prepara para darme un navajazo en todo mi estomago. Mis manos rozan el suelo disimuladamente y agarro un cacho del vaso roto y antes de que la hoja afilada caiga sobre mí me abalanzo sobre su pie y corto lo que encuentro. Grita, sangra, creo que me he pasado, joder, le he cortado el puto tendón. Su amigo entra en pánico al verlo a él caer y a mi levantarme.
- Chist chist, esta muy feo acuchillar a alguien en el suelo.
Salgo corriendo, estoy seguro de que han llamado a la policía. Me meto en un callejón y rezo para que nadie haya visto donde. Abro un contenedor de basura y me meto dentro. Tendré que esperar un buen rato a que se tranquilice todo, así que mas me vale ponerme cómodo. ¿Qué coño he hecho? ¿Qué coño me ha pasado? ¿Por qué estoy tan jodidamente furioso?. Joder… solo soy un maldito oficinista, trabajo en una empresa de cajas, se supone que soy un tipo pacifico. Hace años que no me peleo, y cuando lo hacía era para defender a mi hermanos pero parece que he pillado practica. Necesito pensar.
¡Mierda! ¡No tengo pitillos!
Mi puño golpea la pared del contenedor y de repente todo se desvanece, creo que me estoy desmayando.



Despierto con el grito de alguien.
- ¡Un muerto!
Mis ojos se abren lentamente, una mujer de unos 70 años acaba de recibir un buen susto al ir a tirar la basura.
- Tranquila señora, aún no, o eso espero.
Me levanto y me quito el sombrero para saludar. Salto fuera del contenedor y me dirijo a la calle. Me alejo del callejón sin prisa pero sin pausa para no llamar la atención. Parece que mi vida se ha complicado terriblemente en poco tiempo y he bebido lo suficiente para no saber por que. Parece ser que beber para olvidar funciona. Me paro en un estanco y pido una cajetilla de tabaco. El dependiente me mira raro, no quiero ni imaginarme lo mal que debo oler ni el aspecto que tengo. Me dice que están cerrando, me pregunta como vengo a estas horas. Miro a la ventana y es cierto, es noche cerrada y nisiquiera me había dado cuenta. Debo haberme pasado horas insconciente. Le digo que solo es un paquete, le doy un billete de 5 y le digo que se quede el cambio.
Salgo de la tienda y respiro el aire de la noche, poso el cigarro en mis labios y lo enciendo disfrutando de su sabor. Estoy yo solo en la calle y me apetece disfrutar del momento. Me apoyo en una farola y miro los coches pasar, a lo lejos veo un hombre andando con prisa, manos los bolsillo y bufanda puesta. En mi cara se forma una sonrisa, colega, solo te falta un cartel que ponga “Soy sospechoso. Fijense en mi.”. Llega hasta un portal, mira a su alrededor y abre la puerta, lentamente se quita la bufanda y cierra el portón lentamente, pero antes hace un ultimo vistazo a la calle. Le veo a la cara y el cigarro se resbala de mi boca
Joder, ya recuerdo.
Agarro la pistola.

lunes, 19 de abril de 2010

El humo del cigarro 1 parte


- Mi padre.- estas palabras salen de mi boca mientras mis labios juegan con el humo de un desgastado cigarrillo. - Mi padre no era un mal tipo, no era un héroe como los que aparecen en la tele, pero no era un mal hombre. A veces bebía hasta perder el conocimiento y cuando lo hacía teníamos que escondernos para no recibir alguna caricia en la cara con suficiente fuerza como para tener que dar montón de explicaciones a los de asuntos sociales. No sería la primera vez que traía una mujer a casa delante de nosotros, y tampoco la ultima en la que le viéramos consumiendo una buena dosis de estupefacientes, y ni hablemos si necesitabas que hiciera algo en la hora del partido de su equipo favorito porque en ese momento no tenía ni hijos. Si, era un ejemplo horrible, pero repito, no era un mal hombre. Nos crió él solo después de que muriera mi madre, y a su manera intento inculcarnos su retorcida visión del honor y el deber, honor y deber de ratas callejeras, pero honor al fin y al cabo. Pero nunca olvidare el día de navidad en el que mi padre me cogió del brazo, y mirándome a los ojos, con una cara de tristeza que solo se puede ver en perros que han sido apaleados durante toda su vida y me dijo con voz grave mientras extendía mi primer cigarrillo entre mis dedos “Hijo… Te dirán que esto es malo para tu salud, que gastas mucho dinero y un montón de mierda más, pero creeme chico, creeme. El mundo es jodido, el mundo es un jodido saco de mierda, y los cigarros son el consuelo de los cabrones, de los abandonados, de la escoria. Cuando creas que no tienes ningun motivo para levantarte una mañana, cuando sientas que todo se va a la mierda, fumarte ese cigarro sera lo mas cercano al cielo que podrás estar, porque siento decirte que en el infierno ya estás. Buenas noches chaval.”

- ¡Tío! Solo he preguntado si querías otra copa ¿Qué me estás contando? ¿Me has visto cara de psicoterapeuta?

- Bua… no sé que me ha pasado, lo siento.

- ¿Quiere algo?

- S.. si, dame una whisky sin hielo.

Le pego otra calada al cigarro que se queda posa plácidamente en mil pulmones unos segundos mientras dejo que el veneno actué, lentamente lo expulso. Este ritual me ayuda a pensar, no se donde estoy, ni porque estoy aquí, miro mi figura en un espejo detrás de la barra. Un viejo sombrero raído, una gabardina oscura, una herida en la cara que no recuerdo como pude habérmela hecho y una sensación en el estomago que parece decirme que he tomado demasiado alcohol últimamente.

Mis manos buscan por mi abrigo nuevo, o quizás viejo, no lo recuerdo, buscan avidamente entre los bolsillos buscando alguna pista para mi extraño estado de amnesia selectiva. Encuentro mi cartera y de ahí sale mi carnet, “Luís Rojo” bueno, esto confirma que al menos recuerdo quien soy y no me equivoco de personalidad. Luís Rojo, procedente de Santiago de Compostela, nacido el 12 de agosto de 1982. tres hermanos, todos mas jóvenes y aunque rondo la treintena, es mas, la supero, aun me llaman luisito. Trabajo de oficinista en una fabrica de cajas y fumo demasiado. Genial, se quien soy, premio para el caballero, mas me vale seguir la búsqueda. Mis dedos rozan lo que me parece que es una petaca llena de alcohol, mi barriga me avisa que mas me vale no comprobarlo. Mientras el camarero ha dejado la copa a mi lado y me mira como si me faltara un tornillo… probablemente este en lo cierto.

Prefiero no arriesgarme con la copa y seguir consiguiendo pistas, toco algo metálico, siento curiosidad y lo agarro. Antes de sacarlo del todo lo suelto rápidamente, me bajo el sombrero y me bebo mi copa de golpe y mientras el vaso se tambalea en la mesa ya le estoy gritando al camarero por otro.

Joder

¿Qué coño hago con una pistola?

continuara

sábado, 10 de abril de 2010

necesito una copa


En mi cara hay dibujada una sonrisa de seguridad en mi mismo que estoy muy lejos de sentir. Su cuerpo, casi pegado al mio, y de su boca surgen palabras como un río de plata, hermosas, lentas, suaves, con un sonido parecido al ronroneo de un gato mimoso, y todas ellas sin excepción son provocadas por el alcohol.
Su cabeza se apoya en mi pecho y puede oír la fuerza con la que late mi corazón, mi mano comienza a temblar y para disimular acaricio suavemente su pelo.
Sigue hablando, sigue volviéndome loco con cada una de las frases que deja caer sobre mi pecho. mientras mi cerebro arde con todas las posibilidades de un siguiente paso. Ella me mira los ojos, y puede ver en ellos lo que me esta sucediendo. Duda, se calla unos instantes y piensa en todas las posibles consecuencias de liberar sus labios y permitirme entrar en mi pequeño paraiso.
Cierra los ojos, y abre la boca. Ya no va a decir mas cosas hermosas.
Escucho disculpas, escucho problemas, escucho deseo y sentimiento de culpa. Asiento, lo entiendo, me toca levantarme, largarme de alli y no insistir, sonreir y demostrar que soy un buen amigo.
Su mano me retiene y sus brazos me aprietan en un abrazo eterno, puedo notar las lagrimas resbalando sobre su suave cara y cayendo sobre mi pecho, ahora soy yo el que le susurra al oído, diciéndole que todo se arreglara, que sea muy feliz, y que no se preocupe por mi.
Se levanta, tiene que marcharse, la acompaño afuera y se despide de mi con un suave beso en la mejilla. Veo como su coche desaparece en una curva.
Vuelvo a la fiesta y un amigo se me acerca habla como hablan los borrachos, gritando y con felicidad en la mirada.
- ! tío! tomate un porro, anda, que es tu cumpleaños. joder, no se cumplen 18 años todos los dias.
agarro el porro y le pego una profunda calada, lentamente sale el humo de mis pulmones.
- ¿que tío? ¿a que sabe la mayoría de edad?
escupo al suelo, solo puedo mirar y responderle.
- A ceniza.
me marcho, necesito una copa