
Cuando era pequeño siempre salía a correr debajo de la lluvia. Me encantaba sentir las gotas chocar contra mi cara. Mi madre decía, después cuando me metía en la cama que la lluvia eran los recuerdos de la gente que había ido al cielo, que cada gota de lluvia era un beso perdido, un brindis con los amigos, un abrazo necesario… una canción…
Bajo la lluvia me compré mi primera guitarra. Tenía 14 años, el pelo enmarañado y pegado por el agua a mi cabeza, una chupa de cuero que había vivido mucho mas que yo y los ojos febriles del que tiene un plan.
Mi padre fue músico, un artista. Mi madre su mayor fan. Lástima que no hubiera más.
Como madre que una vez siguió un sueño, y que ahora tiene que luchar por conseguir un empleo de mierda para alimentar a su hijo, lo único que no quería era que yo siguiera los pasos de mi padre.
Probablemente porque sus pasos acabaron en muerte.
El mundo del arte es un lugar donde los principios no son bien vistos. Y menos si debes dinero. Nunca se investigó.
Mi madre vendió sus guitarras y cualquier objeto que tuviera el poder de hacerme pensar que la música era mi vida. Pero supongo que está en los genes. Me pasaba el día escuchando música, aprendí a tocar la guitarra solo con mi imaginacióniba de garito en garito, fingiendo tener 6 años más para poder escuchar un poco de blues de los grandes. Beatles, rolling, pink Floyd, howling Wolf, Eric clapton, Little Walter. Todos eran bienvenidos en mi cabeza. Yo sería como ellos. Como mi padre.
Trabajé durante tres meses limpiando casas y arreglando desperfectos hasta reunir el dinero. La compré en un día lluvioso. Al llegar a casa empapado, con los ojos de la victoria y con el mástil de la guitarra en mi mano mi madre lloró, me gritó, y me pegó. Nunca lo había hecho, pero la furia salía de cada poro de su piel, le dolía demasiado pensar que había fallado en lo único que se había propuesto como madre.
“Es lo que habría querido papá”. Me miró como sino me hubiera visto en toda su vida. Cogió la guitarra y se metió en su habitación a llorar durante tres días, tres días lloviendo. Al tercero, salió y me devolvió la guitarra. Me miró y me dijo; “Haz lo que quierás”. Y cogí la guitarra sintiéndome increíblemente culpable.
Ya sabía tocar la guitarra, aprendí en mi imaginación, y no es difícil adaptar tu imaginación a la realidad cuando tienes pasión. Tocaba todo el día en mi habitación y mi madre me miraba desde el dintel de la puerta pensando en las gotas de lluvia.
A los 17 hice mi primera audición, a los dos meses tuve mi primer concierto.
Fue glorioso, estábamos nosotros en un escenario de madera de cuatro metros cuadrados que crujía con cada movimiento. Enfrente, 20 borrachos que no tenían ni idea de quienes eramos y que tenían muchas ganas de arrojar cervezas al primer tipo que vieran. Y joder si lo hicieron, salimos sangrando, n i dos canciones habíamos tocado. Pero mientras los enfermeros me llevaban al hospital yo sabía que este sería mi futuro.
Después de esa noche la cantante lo dejó y empezaron las audiciones para encontrar a esa persona que conseguiría evitar los botellazos en mi cabeza. Durante dos horas aguantamos a niñatas que querían ser estrellas mañana, estábamos a punto de rendirnos, pero como en una película mala, llegando tarde y nerviosa llegó ella.
Lo primero en que me fijé era en su baja estatura. Me hizo gracia, parecía una pequeña muñeca , pero en sus ojos había inteligencia y sobre todo, pasión. De sonrisa extraña y nerviosa, insegura pero con una belleza impulsiva .
Y al cantar, parecía que cantaba para ti, todo el universo se diluía y solo quedabais tú y ella. Mirándote fijamente con esos ojos llenos de vida y haciendo que cada fibra de tu piel vibre con cada nota de su voz. Ya sabía 2 cosas, que mi vida sería la música, y que pasara lo que pasara sería con ella.
Obviamente la elegimos. No podía sacármela de la cabeza.Cada vez que hablaba con ella me sentía completamente estúpido, como si pudiera leer mi mente. No sabía si estaba jugando conmigo o era todo real. Me torturaba por las noches y por el día sufría el orgullo de los enanos, de los que no tienen nada. Hablando con ella como si le hiciera un favor y sintiéndome un idiota por ello.
Lastima que no fuera el único que estaba enamorado de ella.
Al mes de conocerla me estaba volviendo loco, y comencé a soltar todo lo que sentía en una canción. Cinco minutos para escribir todo un mes de inseguridades y dolor. Tenia 17 años y estaba enamorado de la cosa mas linda que había pisado el planeta. Y quería que el planeta entero lo supiese.
Trabaje febrilmente en esa canción, tres días soleados encerrado en una habitación con mi guitarra escribiendo lo hermoso que era la vida desde que estaba en ella. Y lo conseguí.
Fui a su casa esa misma noche para cantársela, mi alegría era máxima, porque sabía que esa era nuestra canción. La canción que marcaría el comienzo de una nueva vida. Juntos. Al llamar a su puerta, me abrió el bajista.
Y se abrió la puerta del infierno. Me fui corriendo por las oscuras calles. El sol se había ido y las nubes comenzaban a tronar mientras los recuerdos azotaban mi cara, pero no los recuerdos de lo que había vivido, sino los recuerdos de lo que podría haber vivido. Los besos, las caricias, los abrazos, que hubiera podido tener si todo hubiera sido un poco distinto.
Corrí hasta mi casa bajo la lluvia como sino hubiera un mañana, porque para mí no lo había. Mi madre me vio llegar, con le rostro surcado por los recuerdos y el alma destrozada. Y por primera vez desde que cogí mi guitarra, me abrazó.
Había pasado tres días componiendo una canción de amor, y ahora me encerraba escribiendo una canción de dolor y recuerdos.
La adolescencia es la época en la que nos convertimos en lo que fingimos ser. Y a mí me toco el rol de artista atormentando. Un mes conociéndola, y un año para olvidarla. Me fui del grupo, me alejé de todo y de todos. Y escribí, escribí como nunca había escrito, compuse como había compuesto. Tocando mi guitarra con las palomas como único público. Las notas se convirtieron en mis amantes, las letras en mis suspiros de enamorado, la guitarra era su cuerpo y mis manos el sexo.
Y después de un año, volví al escenario. Era un bar de mala muerte. Sin micrófono ni ninguna ayuda. Yo, mi guitarra y una silla que parecía que parecía que se iba a romper. Y como primera canción, mi canción de dolor. Todo el mundo calló y miro ensimiasmado mis dedos acariciando las cuerdas. Conte entre versos toda mi vida y toda mi historia.
Y entonces la ví, tan ensimismado estaba en mi mundo que no me di cuenta de que en primera fila, mirándome fijamente, haciéndome creer que solo yo existía en el mundo, estaba ella.
Durante el resto del concierto canté solo para ella, cantando en cada canción un recuerdo y un momento de mi terrible año de soledad pensando en ella. Al acabar el concierto me levante, me acerqué a ella y la besé. No hubo preguntas, no hubo explicaciones, mientras nuestros cuerpos corrian a algún lugar apartado. Nos besamos, nos acariciamos, nos amamos como sino hubiera un mañana. Su piel lucho por pegarse a mi piel, mis manos buscar el tacto de su cuerpo, descubriendo sus pechos, sus hombros, sus pezones, su ombligo y finalmente sus calientes labios mientras mi lengua peleaba con la suya. Estabamos en la oscura esquina de una calle, pero para nosotros era un palacio, nada nos importaba. La pared fue nuestra cama, y su espalda desnuda contra mi pecho desnudo nuestro climax. Y así terminamos, jadeando y besándonos, y corriendo hacia un taxi para entrar en el primer hotel que viéramos. Perdí la cuenta de los besos, los arañazos y los orgasmos. Bese cada parte de su cuerpo y ella beso cada cm del mío, haciendo gritar a nuestros sexos una y otra vez. Y llego el sol, y el sol desapareció y aun seguíamos en la cama, haciendo lo que siempre debimos hacer.
Y así empezó de nuevo nuestra vida, yo tocaba, ella cantaba. Componíamos juntos. Primero vino un año, después otro y al final llegaron 8 y ni nos dimos cuenta. Eramos felices.
Pero yo me había condenado a ser un artista atormentado, y nada es eterno. Mi madre murió, joven, pero contenta de que su hijo hubiera conseguido ser feliz. Ella me consoló como solo una mujer sabe hacerlo. Volvimos al hotel donde todo empezó y volvimos a hacer lo que mejor se nos daba.
Se quedo embarazada esa noche. Me lo dijo un mes mas tarde mientras desayunaba y mi tostada hizo un doble tirabuzón mientras yo me levantaba y la abrazaba comiéndola a besos. Un hijo, o una hija. Alguien a quien enseñarle porque la música lo es todo. Tendríamos que trabajar mucho, quizás debería dejar la música, pero valdría le pena, por ella, y por el niño. Era feliz.
Durante los siguientes meses estuve preparando la vieja casa de mi madre para nosotros, pintándola y arreglándola. Para el final deje la habitación de mi futuro hijo, pintándola con la partitura de la canción que escribí cuando me enamore de su madre. Era precioso, la casa de mis sueños. Grite para que ella viniera, pude ver su sonrisa mientras bajaba las escaleras recién arregladas, mirando como su hijo viviría en una canción.
Entonces resbaló, entonces cayó. El sonido que hizo al caer me heló. Un sonido que me acompañará hasta el dia de mi muerte. La maldición del artista atormentado. La ambulacia llego lo mas rápido que pudo. En el hospital dijeron que había abortado y que ella estaba muy grave, que no pasaría de esta noche.
Permanecí con ella, y le cante todas y cada una de sus canciones.
Hoy he vuelvo a casa. Y ella esta fría y enterrada. Sus ojos perdieron la alegría que antes guardaba y ahora sirve de alimento a los gusanos. Cojo mi guitarra y entro en lo que iba a ser la habitación de mi hijo. Me rodeó de los papeles de todas mis canciones, de mi primera guitarra, de los muebles de mi habitación donde escribí cada canción, de las fotos de nuestro amor, me rodeo de toda mi vida. Cojo un mechero y hago que todo arda, mientras toco nuestra canción. Todos mis recuerdos, toda mi vida, arde. Quiero ver arder el mundo, mientras toco mi guitarra. A lo lejos, ella afuera de esta habitación comienza a llover. Mi madre decía que cada gota de lluvia era un recuerdo de los que están en el cielo. Yo mientras toco la canción de los muertos.

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