jueves, 18 de marzo de 2010

El hombre del portatil 2 parte, diganme si merece la pena presentarse al concurso xD



Los días pasaron lentamente. Me había encerrado en mi habitación cubierto con una sabana sentado en la esquina de la cama mirando el vacío. Había pasado del turbulento mar del miedo a las tranquilas aguas del terror puro en un tiempo record. Mi cabeza volaba de un lugar a otro intentando entenderlo todo, entender que significaba cada cosa que me había dicho y mi papel en medio de todo.

Un hombre, ni siquiera estoy seguro de que sea un hombre, dice ser el que escribe todas las historias del mundo, es más, escribe la misma historia del mundo en la cual para él dios y el demonio solo son dos personajes más. Se hace llamar El narrador pero yo puedo llamarle Ángel. Y ese mismo hombre que dice escribir la historia del mundo también dice que está escribiendo el fin de este, y que la primera señal serán naranjas.

Ángel… se me hace raro que tenga nombre. Para mí siempre había sido el hombre

A veces mis padres entraban en mi habitación y se sentaban conmigo, me preguntaban que me pasaba, que si era por una chica. Una vez vi a mi madre llorando por la impotencia y yo me levanté y les dije palabras tranquilizadoras, pero quizás solo fuera para tranquilizarme a mí.

Pasaba horas mirando al vacío, y el vacío me devolvía la mirada diciéndome cosas al oído y que solo sonaban en mi cerebro. “Míralo por el lado positivo chico” me decía una y otra vez “poca gente sabe cuándo se ha vuelto loco, juegas con ventaja.” Pero a veces, solo a veces una voz más suave y profunda llegaba, un susurro que era amenaza y a la vez esperanza. “¿y si no lo estás?”

Y al tercer día decidí averiguarlo. Me levanté de la cama que había sido mi hogar durante todo ese tiempo y lancé la sabana al suelo y haciendo eso me quite un peso enorme de encima. Me duché y sentí como el agua al chocar contra mi piel revivía cada uno de los poros de mi ser y me sentí en paz. Pues sabía que hacía lo correcto. Salí de la casa tranquilo, mirando a un cielo limpio y a un sol que iluminaba todo con fuerza mientras una ligera brisa alegraba el mundo.

Caminaba lentamente y encontré un cristal donde me reflejaba y admiré mi aspecto. Mi piel estaba de una palidez tal que casi parecía marfil junto con unas ojeras que daban a mi cara un aspecto cadavérico, un efecto al que ayudaba que hubiera perdido unos 10 kilos en menos de 4 días por las emociones. Toqué mi cara y sentí como mi mano raspaba con una barba de varios días que parecía una lija de carpintería. Comencé a reírme como un niño pequeño y a la primera señora que vi la saludé y le dije gritando “¿A que estoy hecho un galán?”. Y me fui cantando y bailando, gritando y saltando por las calles porque a pesar de mi aspecto me sentía mejor que nunca. La gente se paraba y me miraba con la misma cara que miran a un loco cuando no se entiende lo que hace. Lo comprendía porque yo también tenía la misma sensación, no sabía porque me sentía así, pero así era y pensaba aprovecharlo.

Cuando me cansé de los saltos y los gritos me senté en un viejo banco en un parque Desde allí mire a una tienda de gominolas en la que yo solía comprar, estaba llena de chavales que como yo no tenían clase ese día y de repente escuche una risa que me era muy familiar.

Ella estaba ahí, la mujer por la que me había odiado a mí mismo y después había pasado a odiar el mundo estaba ahí con esa risa que me volvía loco. Era guapa, muy guapa, realmente preciosa y podía pasar horas mirándola que no me cansaría. De repente se giró y le cogió la cara a un chico, besándole suavemente en los labios. Así que ese era el chico que había odiado sin conocerle, ese odio puro y sin motivo real que tanto me satisfacía por dentro. Sonreí, ya no podía estar mal con ellos. Entendí las palabras que me había dicho Ángel el primer día, ella no era mi historia, era la de otro, y no merecía la pena estar mal por ello. Me levante y me acerqué a ellos, lentamente y con una sonrisa en los labios. Ella me vio y dejó de sonreír, pude ver una especie de sentimiento de culpa en sus ojos y a la vez de miedo, puede que por mis aspecto o quizás porque temiera que fuera a pelearme con su chico. Se apartó de él y le dijo que esperara mientras se acercaba hacia mí. Nos miramos unos segundos sin saber quien debía empezar a hablar. Al final ella se decidió

- Perdóname… - con un gesto de la mano hice que se callara

- ¿Lo sabías verdad?

- ¿Él qué?

- Lo sabías.

Ella me miró y comprendió al fin.

- Si... sabía lo que sentías, y tú a mí también me gustabas, por eso estaba tanto contigo. Pero…

- Apareció él.

- Sí...

- Sed muy felices, de corazón. No tengo nada que perdonarte

Me di la vuelta y me aleje aún sonriendo. Al final de la calle estaba él, el hombre que me dijo que le llamara Ángel, observándome fijamente con la cabeza ladeada apoyándose de la pared. Fui directo hacia él pero antes de llegar una voz hizo que me girara. Ella estaba detrás de mí y se la veía nerviosa.

- ¿puedo preguntarte algo?

- Claro, ya lo sabes.

- Ese aspecto tan horrible… ese aspecto de cadáver. ¿es por mi culpa? ¿por lo que pasó?

- Para renacer hay que morir ¿no?

La miré con mi mejor cara y me volví a dirigir hacia él. Podía ver todos sus dientes afilados en un amago de sonrisa.

- Es la frase más inteligente que he oído en mucho tiempo.

- ¿Me esperabas?

- No tienes ni idea desde hace cuanto tiempo.

- Como mínimo tres días

- Cierto es, no me esperaba que lo asimilaras tan rápido, pensaba que tardarías un par de días más.

- No, no lo he asimilado, lo he aceptado que es diferente. Pero supongo que tengo preguntas que hacerte.

- Recuerda que la última vez no te gustaron demasiado las respuestas. Haz las preguntas que quieras pero mientras demos un paseo.

Comenzamos a andar uno al lado del otro en completo silencio. Buscaba las palabras pero no llegaban o no eran exactamente como esperaba. Pero finalmente me decidí por la más sencilla y la que más me daba miedo.

- ¿Qué quieres de mí?

- ¿ahora mismo o en líneas generales?

- Ambas

- Ahora me gustaría que giraras a la derecha, y que sigamos por este callejón. Siempre me han gustado los callejones, ¿a ti no? Tienen como magia... son sitios llenos de misterio.

- Apasionante.

- También me gustaría que te ahorraras el sarcasmo, conmigo no muchacho. Al menos hasta las 12.

- Lo siento.

- Lo que quiero de ti es sencillo, me interesas. Eres libre, no he escrito nada sobre ti. Solo que naciste, y quizás algún día escribiré que morirás. Eres el hombre sin historia y lanzas olas en todo el estanque que son difíciles de calcular, por tu culpa he tenido que escribir la historia de las próximas 6 décadas una infinita cantidad de veces. Tú bendición es la libertad, y tu maldición al mismo tiempo porque nadie más es libre y sus historias están condenadas a no cruzarse durante demasiado tiempo con la tuya.

- ¿Pero por qué?

Me miró, y entendí que no era la pregunta correcta.

- ¿Naciste?- volví a preguntar

- ¿Cuando abres un libro te preguntas cuando nació la voz que te cuenta todo? Si es un narrador personaje tiene sentido pero si no es así, la voz ha existido siempre solo que ahora tiene algo que decirte a ti.

- Pero la voz la crea un escritor en algún momento, y los escritores han nacido algún día también.

- ¿Seguro? ¿Y si todas las voces y todos los narradores fueran el mismo? ¿Y si todos los grandes escritores fueran la misma persona? ¿O sí todos los escritores lo fueran aunque ellos no lo supieran? Vida propia, mente propia, pero que cuando escriben son otra persona.

- Pero eso es… imposible... ¿no?

Le miré y me di cuenta que para él la palabra imposible era un concepto bastante abstracto y que le pasaba a otras personas. Y entonces me di cuenta.

- Y cuando yo escribía tu historia... ¿era yo u otra persona quien escribía?

- Tú y solo tú. Yo nunca he influido en tu vida hasta ahora.

- ¿Y por q...?

Antes de que pudiera terminar la frase me mando una de esas miradas que decían claramente que no me lo iba a poner tan facil. Así que solo pude soltar una carcajada y cambiar la pregunta

- ¿Por qué has escrito la historia de un mundo que es tan horrible? ¿Por qué haces gente malvada, el hambre, las enfermedades y todo eso?

- Me sorprende que aun no lo entiendas, esto es una historia, y toda historia necesita héroes y villanos. Necesita problemas y drama. ¿A quién le interesa la historia de un niño que se encuentra un perro muy majo se lo queda y son felices para siempre? ¡A nadie! Pero si ese perro mordiera a la señora López en el trasero y el niño tuviera que luchar por salvar a su chucho de que lo sacrificaran sería mucho más interesante ¿no crees?

- Pero podrías hacernos tan felices a todos con un gesto, un mundo sin problemas ni guerras.

- Cada personaje tiene su personalidad, un escritor debe respetar la personalidad de sus personajes, sino no está escribiendo su historia sino la que a él le gustaría que tuviera. Además, la gente necesita drama, ya lo entenderás con el tiempo.

Anduvimos durante un buen rato otra vez en silencio. Miraba los oscuros y estrechos callejones por los que pasábamos y a veces me asustaba por el movimiento de alguna rata entre la basura. Esperé lo que me parecieron horas hasta conseguí reunir el valor a preguntarle

- ¿Por qué escribes el apocalipsis?

- Genial, has hecho la pregunta justo a tiempo.

- ¿justo a tiempo para qué?

- Para crear un buen efecto dramático.

Alzó el brazo y pude ver que acabábamos de salir de los callejones y habíamos llegado a un antiguo cementerio. Unas verjas puntiagudas de un metal oscuro custodiaban la ciudad de los muertos pero él las abrió casi sin tocarlas, al entrar yo e intentar cerrarlas mis brazos se vieron impotentes por el peso de esas moles de hierro.

Caminamos entre tumbas, estatuas lloros, rosas y flores secas hasta que llegamos a una especie de palacio de muerte custodiado por dos ángeles con espadas a cada lado y en la puerta un grabado del segador, la muerte. Un encapuchado con una guadaña, no se le podía ver los ojos, pero parecía mirarte fijamente.

Tenía la sensación de que estaba anocheciendo pero al mismo tiempo sabía que era imposible, que no eran más allá de las 4 de la tarde ¿o no? Ángel me agarro del hombro y me miro a los ojos.

- Muchacho, en toda historia solo hay dos cosas realmente importantes. El principio y el final. Con un mal principio el lector pierde interés y suelta el libro, con un mal final el lector tiene la sensación de haber perdido el tiempo, una sensación de decepción, de dejar la historia coja. Pero si consigues un buen final y un buen principio el resto viene por si solo. Y eso se puede aplicar también a la vida de las personas, mira el principio determina gran parte tu vida, donde has nacido, como fue el nacimiento, tus genes. El final determina tu éxito en la vida, en vuestra cultura si naces en una cuna hecha de mierda y mueres en un ataúd de oro significa que has triunfado en la vida. Y si es aplicable al ser humano, ¿por qué no al mundo? Si es la mayor historia de todas.

- ¿Pero por qué ahora? ¿Por qué me lo cuentas sino puedo hacer nada?

El Narrador se dirigió a una de los ángeles y se sentó a su lado pasando uno de sus bazos por detrás como si fuera un viejo amigo.

- Porque estoy cansando… por eso. He vivido durante millones de años, algunos como persona, otros como seres que no podrías imaginar. He sido energía pura, he sido pensamientos de un universo infante. Un día por mero aburrimiento, o obedeciendo a reglas mayores que ni yo mismo puedo desobedecer cree la historia de un mundo que en el que había vida, y otro, y otro y luego otro más. No os creáis especiales, hay más mundos que vosotros. Pero un día decidí quedarme aquí, no por nada en especial. Cuando eres un ser cosmológico no tienes demasiados caprichos, pero creo que me gustó la idea de ver las historias que había creado. ¿Sabes algo? La humanidad es una infección, una enfermedad contagiosa que se te acaba pegando y no hay medicina que lo cure. Al principio me resistí pero al cabo de los siglos me hice un poco humano.

Miré al oscuro edificio y después mis ojos se dirigieron a él, oh dios, empezaba a entender y no sabía si me hacía mucha gracia o me daba mucha pena. Él me miro y soltó una carcajada.

- Veo que ya lo intuyes, sí, me volví un poco humano. Comí vuestra comida, bebí vuestra agua, respire vuestro aire, probé los placeres de la carne en todas sus posibilidades… y sus pasiones.

- ¿Me estás diciendo que…?

- ¿Me enamoré? Sí, hará un poco menos de un siglo. Una mujer hermosa como pocas, inteligente como muchas menos y con una risa que me volvía loco. Pero no debí hacerlo. Era como tú, se fijaba en la gente. Un día estaba sentado en un banco escribiendo todas las historias cuando ella se acercó a mí y supo que era especial. Yo la conocía claro, había escrito su historia, pero al igual que tú, al entrar yo en la humanidad creé olas que movieron todo el estanque. No tenía historia, y cometí el error de querer tener una. Estuvimos juntos un largo tiempo y fuimos felices pero la inevitabilidad narrativa, una fuerza que debo seguir hasta yo, que rige la mayoría de las historias hizo que una guerra civil estallara. Por culpa del amor había dejado de lado mis obligaciones y las historias habían seguido el rumbo que les había marcado aunque no sabía que acabaría así. Soy el escritor, pero créeme las historias mandan más que yo aunque las cree yo mismo. Su fuerza es la inevitabilidad narrativa y deberás aprender sobre ella si te gusta escribir. Intenté evitarlo, pero todas las líneas de acontecimiento llevaban a la misma conclusión, ella debía morir y así lo hice. Volví a ser quien era como siempre debí ser. Y como único agradecimiento hacia esa felicidad que me había brindado, este mausoleo y el recuerdo eterno.

- ¿La dejaste morir? ¿Aunque la querías?

- Es lo que debía hacerse, no te atrevas a juzgarme porque créeme chico no tienes ni idea de mis responsabilidades, cometí un error y ella pago por mí. Ya no puedo volver a ser el de antes, no puedo volver a vagar por el multiverso, soy demasiado humano ¿entiendes?

- ¿Y por eso debe ser el apocalipsis?

- ¿Recuerdas lo que le dijiste a aquella chica?

- Para renacer hay que morir…

- Este mundo debe desaparecer, aun no, pero desaparecerá. Estoy cansado, no quiero escribir más, he vivido demasiado.

- ¿Pero no decías que todo vuelve a empezar? Que el final de una historia solo es el principio de otra y todo eso.

Me miró y entendí

- oh no...

- Exacto.

- No, no puede ser, no puedo hacerlo.

- Sí que puedes, es tu destino.

- ¡Mientes! Dijiste que no tenía historia.

- Por eso es tu destino, porque el narrador es el único que no tiene historia, porque nadie se molesta en contarla.

El terror se adueñaba de mí, quería correr, pero el abismo de sus ojos me lo impedía.

- ¡No!

- ¡Sí! Es lo que siempre has querido, escribir, escribir la vida, escribirlo todo. Es quien eres. Tienes dos opciones, o aceptar mi regalo o no hacerlo. Si no lo haces borraré toda esta historia, volverás atrás y ese día no me verás ni ningún otro, o si prefieres aquel día que caíste por las escaleras no te cogeré la mano. El resultado será el mismo, en uno morirás físicamente en el otro te pasarás todas la vida preguntándote por que existes. Fingiendo tener una vida cuando nada te satisface.

Respiré y me relaje, al final lo comprendí todo.

- ¿No tengo opción verdad?

- Si la tienes, solo que no te gustará. He dejado todo atado, sucederá en unos años, muchos años, tendrás tu vida. Cuando sea tu turno lo sabrás. No volverás a verme, la magia se ha acabado, al menos durante un tiempo.

- ¿Qué será de ti?

- He escrito todas las historias, todas y cada una desde que tome conciencia y ahora ya he acabado.

- ¿y ahora qué?

- Creo que me toca escribir la mía.

Se alejó, lentamente como los que saben que la felicidad puede esconderse en un paseo. Una ligera brisa agitaba su pelo y la noche comenzaba comerse el día. Mientras atravesaba las rejas me atreví a hacerle la última pregunta.

- Oye… si tú eres El narrador, el que escribe todas las historias... y si quizás yo lo soy algún día... ¿Quién es El lector?

Se giró por y por última vez pude ver esa sonrisa de lobo y esos ojos como fosas abismales que absorbían toda la luz.

- No tengo ni idea, ¿pero a que es inquietante?

Y se perdió en la niebla, una niebla que acababa de surgir de la nada. Me reí, un final literario, de los que le gustan.

*******

Han pasado muchos años desde aquel día. Me he casado, varias veces, me he acostado con más mujeres de las que puedo recordar el nombre y sé que ninguna recuerda el mío pues yo no tengo un verdadero nombre desde aquella. He cumplido mi sueño de ser escritor, ninguno de mis libros ha sido un gran éxito pero me han dado de comer. No he tenido una historia, he tenido pequeños relatos, pequeños sainetes de entreacto pues no formo parte del cuento de nadie. Y escribo todo esto no porque sea mi historia, sino porque él se merece que alguien se la escriba.

He ido a todos los loqueros que he conocido para saber si soy un demente peligroso, aunque en fondo sé que no. Sigo mirando la ventana, sigo mirando la lluvia como aquel primer día que le vi y empezó todo. Una lagrima o dos surcan mi rostro echando de menos esos días de magia.

El único sonido que reina en la casa es el repiqueteo de las gotas de agua contra el cristal y el único moviendo es su baile con la música del viento. Cojo todas las hojas de su historia y las vuelvo a leer, sonrió al ver lo idiota que era.

Suena la puerta. Me levanto, supongo que será el pizzero, o la vecina. Al abrirla veo que no hay nadie, pero al bajar la cabeza veo un viejo portátil gastado con el tiempo. El miedo surge de pronto y mi cabeza se da la vuelta con rapidez.

Desde la ventana veo una pequeña naranja cayendo del cielo en mitad de la lluvia, una naranja deslizándose suavemente por el viento y lluvia, es bello a su modo. Sonrío, es mi turno

miércoles, 17 de marzo de 2010

El hombre del portatil 1 parte, opinen xd

Érase una vez un niño…

No, no me gusta este principio, no es real, esta no es la historia de un niño que descubre un nuevo mundo mágico y que sus padres no son sus verdaderos padres sino que son unos monarcas nobles y bondadosos con un extraño sentido de la responsabilidad parental.

No, tampoco es la historia de un chico de 16 años que no entiende un mundo en el que nadie le ha dicho cuales son las reglas del juego, un chico enamoradizo al que nada le sale bien y poco a poco va descubriendo el mundo adulto y no le gusta.

Y menos es la historia de un hombre que descubierto que ha dejado atrás los ideales de juventud y lo único que tiene es una mujer que no le quiere y un trabajo que no le gusta

No, esta es la historia de mi vida.

Me levanto de la máquina de escribir dejando esa fatídica frase manchando el papel y miro por la ventana. La lluvia cae sobre la ventana creando extrañas danzas y en el fondo puedo ver como el agua golpea las fauces de una ciudad gris en los que la magia y el misterio han muerto hace siglos.

Sonrió, estoy mintiendo, no fue hace siglos, solo hará veinte años. La historia de mi vida no es mi historia, es la suya.

Erase una vez un hombre con un portátil…

******

La lluvia choca contra la ventanilla del coche, mientras mi cabeza está apoyada contra el cristal miro como las gotas de agua crean una especie de danza con el viento, un baile de giros, saltos y movimientos sensuales sobre el vidrio que me hipnotiza durante la mayoría del viaje. La gente no suele apreciar este tipo de cosas, pero para una persona de 16 años al cual le ahoga la rutina camuflada de instituto y actividades extraescolares, los amores desperdiciados y los pocos amigos estos momentos eran mi pequeña isla de relajación.

En el coche suena de fondo una canción de los Beatles. Un cigarrillo pasa de un lado a otro en la boca de un hombre que ha pasado días mejores mientras murmulla entre dientes que eso si que era música y cosas así, un viejo discurso de mi padre que hacía tiempo que me había dejado de interesar.

Cerré los ojos y me deje llevar por la música. Mi mente vagaba por el universo mientras me decía a mí mismo, necesito vivir, necesito emoción, necesito magia...

Y entonces abrí los ojos

Y entonces lo ví

La lluvia parecía no molestarle, era como si no le tocara. La gente corría de un lado a otro buscando los portales mientras él estaba sentado en el suelo con un viejo abrigo largo y oscuro mientras movía sus dedos con rapidez sobre un viejo portátil. La cara estaba cubierta por una rizada barba castaña y en su cabeza un sombrero colocado apuntando hacia arriba. Su figura podría confundirse con la pared en la que estaba apoyado si no fuera por sus ojos, ojos negros como el vacío, un vacío que parecía absorber todo lo que le rodeaba, unos ojos que parecían esconder toda la sabiduría del mundo.

Eso es lo que ví, pero la verdad es que pensaba que simplemente era un friki que le estaba robando la wifi a algún incauto. El coche paso de largo y no volví a pensar en el.

Hasta el día siguiente.

La noche había congelado el agua que había dejado la lluvia y la luz del día debilitada por las nubes no había ganado la batalla del ciclo del agua por lo que charcos de hielo reinaban por doquier. Se acercaba una ola de frío y la ciudad quiso darle la bienvenida a lo grande. Yo volvía a hacer el camino de todos los días a hacer un montón de cosas que en el fondo sabía que no me interesaban. Mi padre volvió a mascullar algo entre dientes sobre que el conductor de delante iba dando bandazos, yo no le hice caso y cerré los ojos pensando que quizás así el viaje se me pasaría más rápido, pero un grito me devolvió a la realidad, el coche de antes había salido de la carretera y choco contra una vieja pared que reconocí al instante. Al lado de un viejo deportivo destrozado contra un muro estaba sentado el hombre del día anterior con el mismo ordenador, la misma ropa, los mismos ojos negros que todo sabían. Sin inmutarse, ni siquiera levantarse ni mover la mirada a otro lugar que su ordenador, le dijo a un aterrado hombre a su lado.

- Llame a una ambulancia, este hombre ha sufrido un infarto.

Y sin más siguió escribiendo.

En el tiempo que pasó entre el accidente y cuando mi padre se pudo marchar camino a otro lugar lejos de allí el hombre solo se movió una vez, subió la mirada y me miro, pude ver su sonrisa blanca brillar y su cabeza ladearse un poco mientras sentía que sus ojos sondeaban todo mi ser. Cuando no pude más aparté la mirada y cuando mis ojos volvieron hacia él, el hombre había regresado a su tarea con el portátil.

Llegue a casa horas más tarde con un cansancio sobrehumano y me tiré sobre la cama sin cenar. Me puse el pijama y apague las luces, después que mi agotamiento me hiciera meterme entre las mantas sin intención alguna de atrasar ese abrazo de Morfeo que tanto necesitaba. El sueño iba sumergiendo en una niebla mi mente pero de repente un viento helado la despejó y el sudor empezó a brotar por todos mis poros, mis ojos se abrieron más que nunca y sabía que aquella noche no iba a dormir.

¿Cómo sabía que el conductor había sufrido un infarto?

*******

Los días pasaron lentamente, y cada día me cruzaba con él. Mis ojos le buscaban con avidez siempre que pasábamos por esa calle y si alguna vez me despistaba y no le veía andaba de mal humor todo el día. Le contaba la anécdota a cada persona que me encontraba, pero para evitar que se rieran de mí por mis locuras lo arreglaba riéndome de él. Quería convencerme que no era más que un friki robando wifi y así se lo contaba a todo el mundo. Prometo que por un tiempo hasta me lo creí. Pero en el fondo sabía que me estaba obsesionando, necesitaba saber, saber quién era, porque estaba ahí, que escribía cada día en su portátil. Necesitaba saber su historia.

Pasaba las noches pensándola, escribiéndola. Lo convertí en un pirata informático, en un multimillonario excéntrico, en un agente en una operación secreta para salvar al mundo, fue mi ángel guardián, fue la muerte y fue el demonio, a veces lo era todo a la vez.

Escribí su historia cada noche, y cada mañana arrojaba el papel al suelo, arrugado y roto, porque esa historia no era digna de él. A veces me armaba de valor, y cuando tenía que volver a casa andando daba un pequeño rodeo para pasar delante de él. Cuando lo veía respiraba profundamente y pensaba en que preguntarle, que podía decirle que no me hiciera parecer un chalado. Se me ocurrían mil frases ingeniosas, mil excusas para hablar y mil formas de averiguar su historia, pero cuando adoptaba la pose perfecta que creía que necesita para empezar a hablar y me acercaba a él, siempre, siempre pasaba de largo.

Me decía que era por vergüenza o miedo de quedar mal delante de un desconocido, pero me estaba mintiendo a mí mismo, lo que de verdad me daba miedo era descubrir su historia. Descubrir que no era nadie, que no era nada, una historia estúpida en un mundo estúpido, que fuera una persona normal y nada más. Me aterrorizaba pensar que todas mis obsesiones apuntaban a ninguna parte, que al desaparecer el misterio el oro se convirtiera en plomo y que la magia desapareciera.

Así pasaron los días, y después las semanas, y finalmente los meses. Viendo por el día a aquel hombre escribir en su viejo portátil y por la noche escribir yo sus historias. Llegaba a desesperarme por mi incapacidad para explicar que es lo que escribía con tanta insistencia en su ordenador, mientras yo empezaba a dudar sobre mi cordura y mis verdaderas razones para hacer todo aquello. Mi mejor amigo era un hombre que no conocía y ahora mismo estaba escribiendo que en realidad era un alienígena llamado Jeff que vendía estrellas por internet. Ahí decidí dejar de escribir, ahí decidí que había ido demasiado lejos y que tenía que acabar con esta locura.

Aparentemente el decidió lo mismo.

Al día siguiente me sentía bien, como si hubiera dejado un gran peso atrás y que el resto de mi vida iría rodada. Descubrí que había dejado un poco olvidados por todo esto a varios amigos e incluso me había olvidado de aquella chica que hacía tanto que me gustaba. Hoy me iba a comer el mundo. Todos vieron mi sonrisa, mi buen humor, incluso me atreví a hablar de forma desenfadada con ella, y ella me sonreía de esa manera que solo saben algunas mujeres que hace que todas las penas del mundo desaparezcan.

En el coche de camino a casa iba con una sonrisa y estaba preparado para despedirme de mi amigo para siempre. Al pasar por su calle baje la ventanilla, cuando lo viera iba a hacer un gesto de adiós para decirme a mí mismo que se había acabado todo. Nunca llegue a hacerlo. Él ya no estaba.

Cerré la ventanilla y mi sonrisa desapareció, se había ido. ¿Por qué?

******

Los días volvieron a pasar y yo intentaba no pensar en ello, cada día me forzaba un poco más. Me divertía y hacía el idiota con mi gente, y cada día iba un poco más lejos con la chica de la que me estaba enamorando. Hablábamos durante horas sobre cualquier cosa, mi timidez crónica me impedía ir más allá, pero a veces ella me cogía de la mano, me abrazaba, o me daba un simple beso en la mejilla y yo pasaba el resto del día saltando y bailando de pura felicidad. Había dejado atrás en menos de una semana al hombre que era. Era feliz y siempre iba con una sonrisa. Hasta que mi coche pasaba por esa pared, y la veía vieja, fea y solitaria sin ese hombre que se había convertido en mi obsesión, en mi juego.

Volví a pasar las noches en vela, no escribiendo su historia, sino a donde había ido, y todas las historias me llevaron al mismo sitio. El hombre había decido abandonarme porque yo había decidido abandonarle a él. Y cada vez que veía esa pared recordaba que ya jamás sabría su historia. Y sabía que mi historia sería dársela a él.

El único consuelo de verdad que tenía, después de haber dejado atrás todo, a él e incluso a mi mismo por intentar ser feliz eran esas veces que conseguía unos minutos para hablar con la mujer de mis sueños y conseguía una de esas sonrisas que hacían volar todas las cosas.

Las noches se volvieron largas y tenebrosas mientras los fantasmas de ese hombre y esa mujer volaban sobre mí cabeza y sabía que mientras no ganara ninguno de los dos no podría volver a dormir tranquilo. Así que la decisión era sencilla. Al día siguiente ella sería mía.

Me vestí con mi ropa favorita, me puse esa colonia que sabía que le encantaba y me dirigí al coche para una mañana de instituto que sabía que no sería fácil de olvidar.

Estaba feliz, todo tenía que salir perfecto, por como actuaba conmigo sabía que le gustaba así que andaba sobre seguro.

Al pasar por la calle de siempre miré a donde solía estar él por instinto. Ahí estaba. La misma ropa, el mismo ordenador, los mismo ojos dirigidos hacia mi fijamente, y cuando nuestras miradas se cruzaron sonrió y me guiñó un ojo. Mi sonrisa desapareció y el sudor volvió a brotar.

El coche se alejó y yo conseguí respirar. No pasa nada, esto no va a cambiar nada. Al llegar a mi instituto baje con una sonrisa. Miré alrededor y vi todo más limpio, más bonito, más feliz, aquel iba a ser mi día. Los minutos eran devorados con avidez y las clases volaban con facilidad. Mis amigos me hablaban y alguien increíblemente parecido a mi les respondía pero en realidad no era yo. Yo volaba lejos de allí esperando el momento de hablar con ella.

Y llego el recreo, yo baje con la frente alta y completamente seguro de mi éxito, hoy se acabarían todas las locuras, todas las idioteces y solo quedaríamos ella y yo. La vi acercarse como si fuera un ángel caído, bella pero impredecible perfecta pero lejana. Y vi sus labios moverse y mis oídos oyeron

- Quería hablar contigo.- Dijo mientras me miraba fijamente a los ojos.

Dios, esto va ir mejor de lo que pesaba, creo que va a ser ella la que me va a revelar sus sentimientos. Volvió a hablar.

- Creerás que estoy loca, casi no me conoces pero tengo que decírtelo.- Rompiéndome con una sonrisa esperó que le respondiera.

- Estás loca, por eso me caes tan bien.

- O eso, o es que tu también puede que estés loco.

- ¿Quién sabe? Es bastante probable.- Y se rió, adoro su risa

- ¿Usaste colonia hoy? Me pareció olerte desde la otra clase.

- Es posible que usara un poco de más. ¿Bueno que querías decir?

- Tú has sido una persona especial para mí todo este tiempo, ¿lo sabes verdad?

- ¿En serio? Algo me había fijado. – una sonrisa de idiota asomó mis labios.

- Quiero que sepas algo de mí, sobre… mis sentimientos.

- Usted dirá- me estaba empezando a pasar de listo.

- Intuyo que ya sabes algo, pero quería que lo supieras por mí.

- Escúpelo mujer, no te hagas de rogar.

- Roberto me ha pedido para salir,y ¿sabes? Creo que puede ir muy bien, bien de verdad

- Oh... ¿si? Genial… espero que os vaya estupendamente, tengo que irme.

Parecía que iba a decirme algo más pero calló. Mi cabeza se había ido a alguna parte fuera de mí y mis pies me guiaban hacia ninguna parte. Me fui del instituto y caminé sin rumbo durante lo que me pareció una década. Anduve y anduve sin parar hasta que mi cabeza volvió a mí y con ella trajo toda la ira que encontró por el camino. Mi puño salió disparado contra la pared y de mi boca también salió un grito al descubrir que mis nudillos eran más blandos que el granito. Miré la pared manchada con mi sangre y me pregunte como había sido tan idiota. Me senté contra la pared lanzando la chaqueta contra el suelo y respirando profundamente para tranquilizarme. Las palabras iluso y estúpido brotaban periódicamente de entre mis labios y en lo único que pensaba era en volver a ser el de antes. Volver a ser el mismo marginado estúpido. Y así pasaron los minutos y las horas con las piernas pegadas al suelo mientras empezaba a llover. Cerré los ojos un momento para intentar pensar con claridad, me di cuenta que eran más de las 5 de la tarde y aun no había pasado por casa. Mis padres estarían preocupados y tendría que dar un montón de explicaciones. Me levante y empecé a andar buscando el nombre de la calle para poder orientarme, hasta que me di cuenta en donde estaba. La pared que había golpeado y donde ahora mi sangre empezaba a secarse era la misma pared donde mi viejo amigo se sentaba cada día. Avancé un poco y allí lo vi mientras escribía sobre su portátil, moviendo con avidez sus finos dedos de pianista y sus ojos recorriendo las letras que acababa de dejar. Mi mente funcionaba a toda velocidad hasta que una frase borró todas las demás. “¿Qué puedes perder?”

Me acerqué lentamente, como un gato acechando a su presa, era un baile, el mismo baile que miraba en las gotas de lluvia la primera vez que lo vi. Mi cuerpo mojado y dolorido se movía con la decisión y determinación de aquel que ha comprendido su destino. Llegué junto a él y no se inmutó, había pensado miles de veces en este momento y creado mil situaciones pero nunca me había esperado que fuera así. Yo completamente mojado y probablemente con una mano rota. Revisé en mi cerebro las mil frases perfectas para comenzar a hablar a ese hombre que tanto me obsesionaba, respiré hondo y al fin conseguí decir:

- Ho.. Ho-la

Su cabeza se movió lentamente hacia mí, sus ojos se posaron sobre los míos y parecía que iba a desaparecer dentro de su negrura. Pero de repente entre las tinieblas de esos dos círculos pude ver una especie de brillo, los labios comenzaron a levantarse formando una sonrisa casi lobuna y después abrirse esos labios con la expresión de aquellos que van a decir algo grande para la humanidad.

- Naranjas… Sí, las naranjas serán perfectas.

Sonreí, estaba perdiendo el tiempo. La única historia que tenía ese hombre era la que empieza por, “erase una vez un pirado con mucho tiempo libre”. Volveré a casa, tendré la bronca correspondiente y todo volverá a ser como antes… aburrido, frío, decepcionante, pero tranquilo, muy tranquilo.

Me di la vuelta dispuesto a olvidarlo todo de nuevo y volver a meterme en mi pequeña burbuja.

- Ella no es tu historia muchacho, es la de otro.

Mi cara se volvió hacia él con tanta velocidad que pensaba que mi cuello iba a partirse.

- Además, las historias de amor están sobrevaloradas, todos son iguales y no cuentan el verdadero final, cuando ella encuentra a otro, o cuando él se cansa con el paso de los años porque ella ha perdido su belleza. Las historias tienen dos finales, en el que el narrador deja de interesarle la historia, y en el que ocurre después. Realmente un buen final solo es el principio de otra historia

- ¿Q- que has querido decir con eso?

- Nada más sencillo la verdad, el narrador cuenta la historia que le interesa pero luego los personajes siguen existiendo, viviendo, sintiendo, las historias nunca acaban. Empezar una historia es como lanzar una piedra a un estanque infinito, las olas seguirán existiendo, y cada roca que lances solo hará que aumenten las historias.

- No, no me refiero a eso, sino a lo de antes, lo de la historia de otro.

Una media sonrisa conquisto su cara y unos ojos llenos de malicia me miraron mientras respondía.

- No sé, quizás solo sea un loco con mucho tiempo libre ¿no?

Di un par de pasos atrás, estaba empezando a tener miedo de ese hombre, ¿lo había dicho porque lo había pensado o por pura casualidad? Mis labios temblaron unos segundos hasta que me atreví a volver a hablar.

- ¿Quién eres?

- ¿Quién soy? La verdad chico, esa puede ser una pregunta brillante o la pregunta más estúpida que has hecho jamás. Pero como ahora mismo no quiero entrar en debates filosóficos sobre la realidad individual prefiero tomarla como una estupidez. Yo soy yo, soy un tipo que está sentado en el suelo trabajando, y tú eres un chico que lleva mirándome un tiempo desde su coche como un idiota.

- ¿Siempre hablas tanto para no decir nada? ¿O es solo que te apetece tomarme un poco el pelo?

- ¿Por qué no ambas? Además, yo solo respondí a lo que me preguntaste.

- ¿Cómo te diste cuenta de que te observaba?

- ¿Te crees James Bond o algo así? No eres lo que se llama un maestro del disimulo.

No me había imaginado nunca, en todas las veces que había planeado esta conversación, que podría siquiera parecerse a la retahíla de insultos y frases sin sentido que estaba recibiendo. Necesitaba respuestas para preguntas que no estaba muy seguro de cómo formularlas, o si siquiera quería hacerlas, y lo único que había entendido hasta ese momentos es que era idiota.

- ¿Cómo supiste que aquel conductor había tenido un infarto?

- ¿Esa pregunta es de quesito? Se apretaba el pecho justo antes de chocar, no hace falta ser un genio para suponerlo

- ¡Pero si ni siquiera mirabas para el coche!

- Lo vi de la misma manera que vi como me espiabas, prestando atención, supongo que tú eres de los que miran pero no ven. Como casi toda la humanidad, estáis demasiado absortos en vuestras cosas para ver algo más allá de vuestros ombligos.

Le miré a los ojos, y me rendí, lo sé quizás fue algo pronto pero no era el día para recibir insultos. Me di la vuelta y empecé a caminar, lo que antes había sido un poco de mal tiempo se estaba convirtiendo en un temporal, las gotas de agua estaban convirtiendo mi ropa en un pesado lastre y me empecé a dar cuenta de lo horriblemente cansado que me sentía.

Pero entonces sucedió algo, mire hacia atrás y el hombre había hecho una cosa que al igual que los insultos no me esperaba en ninguna de las conversaciones que habíamos tenido dentro de mi cabeza. El hombre se había levantado. Su caminar era suave y grácil, como si sus pies no tocaran el suelo y el agua no rozara su cuerpo. Caminaba como aquellas personas que han vivido lo suficiente para saber que la felicidad puede encontrarse en un paseo bajo la lluvia. En su cara, una media sonrisa, como si se riera de alguna pequeña broma privada mientras sus ojos estaban dirigidos a mí. Al cabo de unos segundos él llego hasta mi, su brazo se movió lentamente y extrema suavidad apoyó su mano sobre mi hombro.

- No, tú no eres como el resto de la humanidad. Tú me has visto a mí.

Hundió sus ojos en los míos como si esperara una respuesta, pero al ver que no la había continuó.

- Me has visto a mí, y créeme poca gente me ha visto. ¿Quién soy? Lo averiguarás.

Su sonrisa se había esfumado y mi voz se había ido con ella. Solo podía escucharle y mirar la negrura en sus pupilas que parecía absorberme, como si quisiera enseñarme mundos más allá de lo que hay.

- ¿Estás cansado verdad? Cansado de todo, harto de este mundo y de no encajar en el, cansado de no saber quién eres y de buscar algo que ni siquiera sabes lo que es. Yo te ayudaré con eso yo te diré quién eres y qué eres. Vete a casa, duerme, y mañana por la mañana ven conmigo. No habrá clase, no te preocupes

- Pe.. pero si es martes.

- Duerme.

- ¿Pero por qué todo esto?

- Porque yo también estoy cansado muchacho, no te imaginas cuanto. Duerme.

****

La voz del director resonó en mi cerebro al escuchar que por algún motivo había explotado la caldera. Toda una semana sin clase por los destrozos causados, y era posible que después nos movieran a otros institutos si los desperfectos no estaban solucionados de aquella.

Cuanto más avanzaba por la calle mas enfadado estaba, ¿Cómo se había atrevido a hacer eso? Podía haber salido alguien herido, incluso haber muerto. Y causará muchos problemas a aquellos que no tengan cerca otro instituto, ¿Qué demonios había pensado? Lo vi en su sitio de siempre sentado esperándome, al llegar me miró y sonrió.

- Esto de las naranjas promete muchacho, es una mina, es justo lo que necesitaba para mi trabajo, es inesperado pero a la vez bello. Me gusta me gusta.

- ¿Has sido tú?- el fuego salía de mis ojos por la furia y su única reacción fue la sonrisa que se dedica a un niño que no entiende el mundo.

- Mmm, es complicado. No, no he sido yo. Pero quizás en última instancia podría echárseme a mí la culpa, ya lo entenderás.

Y con un gesto suyo comprendí que si seguía por ese camino quizás no me gustara el destino.

- ¿Qué es eso de las naranjas?

- Mi trabajo. Bueno a lo que me estoy dedicando ahora mismo solo, no lo es todo, simplemente es una de las señales. Cada día es más difícil encontrar buenas señales, aún recuerdo lo de la zarza ardiendo, cuando lo pienso no puedo parar de reír. ¡Una zarza ardiendo! ¿No te parece ridículo?

- ¿Sí?

- Buena respuesta para cuando no tienes ni idea de que te estoy hablando.

- ¿Soy un idiota no?

- No más que la mayoría. No te preocupes, con el tiempo se curará. O eso espero. ¿Te sigue doliendo la mano muchacho?

- No demasiado, lo que más duele es el orgullo.

- Bah, la humanidad tiene sobrevalorada el orgullo, es mucho más fácil de tragárselo de lo que la gente cree. Las personas acaba perdiendo la dignidad por no perder el orgullo, es triste.

- Hablas de la humanidad como sino pertenecieras a ella.

Solo una sonrisa recibí como respuesta. Cuanto más conocía a ese hombre más miedo le tenía. Sus palabras siempre parecían saber lo que pensaba y su eterna sonrisa lobuna hacía que mi sangre se helara. Me daba cuenta de cuantas más preguntas hacía menos sabía del y de una forma u otra se escapaba de lo que de verdad quería saber.

- ¿Cómo te llamas?- Me atrevía a decir tras unos segundos observando sus dientes afilados.

- Oh, por supuesto. Permíteme presentarme, soy un hombre de fortuna y gusto.

- ¿Eso no es una canción de los Rolling? ¿La que habla del diablo?

- Enhorabuena. Poca gente aprecia la buena música. Pero lamento defraudarte, no soy Lucifer, no es mi estilo. Aunque tengo tantos nombres como él.

- No me dirás que eres Dios.

Una carcajada que enfrió todas mis venas salió de su garganta. Se rió durante lo que a mí me parecieron horas pero quizás solo fueran segundos y de repente su faz se volvió seria y oscura y me miró fijamente, ladeando un poco la cabeza, como cuando un lobo se pregunta si esa será su siguiente presa.

- Ven conmigo.

Se levantó dejando su ordenador en el suelo y empezó a andar, yo fui tras el preguntándome como tenía el valor de dejar allí solo el portátil. Volví a recordar esa mirada y supe que nadie lo robaría por la cuenta que les traía.

Caminamos unos minutos hasta que encontramos un viejo edificio de madera casi en ruinas. Le seguí hasta dentro donde encontramos unas escalera que parecían un monumento a la putrefacción, pero mi guía ni corto ni perezoso las subió sin que los escalones hicieran el mas mínimo crujido por sus pasos. Al llegar a la cima me miró y esperó hasta que yo subiera. Subí lentamente cada escalón de la larga escalera esperando a ver a donde me llevaba mi extraño guía y hasta llegar a la azotea no paramos de desafiar a la suerte en esa escalera.

Pude ver una visión de la ciudad espectacular, la calle del edificio estaba situada en una colina y no había ningún edificio más grande delante que estropeara la visión. Una ciudad gris abría sus fauces hacia mí, era bella en cierto sentido, una belleza gris y triste, pero bella al fin y al cabo. El hombre esperó unos minutos mientras disfrutaba de la vista hasta que volvió a hablar.

- En esta ciudad habitan unos tres millones de personas. Cada calle, cada edificio, cada piso y cada ventana tiene su pequeña o gran historia.

- Si…- fue lo único que pude decir.

- Todas las personas tienen su historia, todos y cada uno. Cada historia tiene sus héroes y sus villanos, sus amigos y sus traidores. Cada persona es una novela. ¿Qué digo? Una saga, donde habitan todos los géneros literarios: amor, drama, acción, erotismo.

Hizo una larga pausa, como si disfrutara del efecto teatral que estaba creando.

- En esa ventana de allí dos gatos se enamoraron y tuvieron una camada, al cabo del tiempo uno de sus hijos se enfrentó a su padre y se acostó con su madre. Típico de los gatos ¿eh? En esa, una mujer se está muriendo y sus hijos no lo saben, cáncer. Venderá todo lo que tiene, que es ella misma, para que después de su muerte quede algo para que puedan vivir. Solo tres de sus 4 hijos llegaran a los 23 años. Dos de ellos acabarán en la cárcel. Pero uno cumplirá el sueño de su madre e irá a la universidad.

Mis ojos se abrían más por cada palabra que estaba diciendo. El miedo estaba pasando a terror a pasos agigantados.

- Allí en ese portal unos hombres intentaron dar una paliza a otro, hasta que un hombre desconocido se puso en medio y lo salvo. Que un hombre que no conociera le salvara le inspiró, pues era escritor, y escribió la novela de su vida. Están a punto de publicarla, no será un best seller, pero se sentirá orgulloso. ¿Lo entiendes muchacho? Por las calles de esta ciudad han nacido y han muerto miles de personas, cada uno con su historia. Todas únicas y diferentes.

- ¿Cómo sabes todas esas cosas? ¿Por qué me lo cuentas? ¿Quién eres?

Su única respuesta fue una mirada directa a mis ojos y una cara que me decía claramente que no quería saber la respuesta. El terror se apoderó de mí y mis pies se encaminaron hacia la puerta. La abrí de una patada y corrí por las destrozadas escaleras. Uno de los escalones se rompió y con ella la mitad del tramo de la escalera. Intenté agarrarme a alguna parte, pero mi mano dolorida soltó un crujido y el grito de dolor que salió de mi boca hizo que soltara el cacho de madera que me sujetaba a la vida, y caí, caí hacia una muerte segura. De repente su mano agarro mi brazo y me levantó en el aire como si tuviera el mismo peso que un niño de 5 años y me llevo a rastras hasta la azotea de nuevo como si el depredador hubiera conseguido su presa y quisiera alimentarse en su guarida. Al llegar al borde del edificio me agarró de la ropa y me elevó.

- ¿No lo entiendes muchacho? No soy dios ni soy el diablo. Pero conozco a ambos. No soy la muerte ni la vida, pero trato con las dos. Conozco cada historia grande y pequeña porque la he escrito yo, conozco todo lo que pasa en este mundo porque yo lo he hecho así. No muchacho no soy dios, pero yo escribo su guión. Yo soy el Narrador.

Empecé a patalear y a golpear sus brazos intentado liberarme, como una mosca atrapada en una red.

- He vivido por siempre y no moriré hasta que no haya desaparecido el último átomo del universo en una nueva supernova y todo vuelva a empezar y yo vuelva a nacer. Como ha ocurrido infinitas veces en un ciclo sin fin. Me has hecho muchas preguntas pero no las correctas. Pregunta lo que de verdad quieres saber.

Obedecí, sin que mi cabeza lo pensara mi boca habló por mí, como si fuera una respuesta pre programada a esas palabras.

- ¡¿Qué es lo que escribes?!

- ¡Todo!

- ¡¿Quién soy?!

- El que no tiene historia, el gris, el que espera. A ti nunca te pasaba nada ¿verdad? Todo era siempre igual. Tu historia nunca será tuya sino de otros. No eres nada y lo eres todo

- ¡¿Por qué yo? ¿Por qué me has traído aquí y me dices todo esto?¿Por qué te he visto?!

De repente me soltó y caí al suelo. Lentamente se sentó y pude ver en sus ojos todos los años que había vivido, toda la gente que había visto morir y toda su humanidad arrancada a pedazos con el paso de los siglos.

- Porque estoy cansando… muy cansado…

Y por un momento, solo un momento, lo vi casi humano. Le miré y supe cual debía ser la siguiente pregunta.

- ¿Cuál es tu nombre?

Sonrió.

- He tenido muchos nombres, tú puedes llamarme Ángel, siempre me gusto ese nombre.

- Ángel… ¿De qué es una señal lo de las naranjas?

Sonrió de nuevo y toda la humanidad que había visto antes en él había desaparecido entre sus dientes afilados.

- Del Apocalipsis muchacho, es la primera señal del fin de todo.

Mi cara se había convertido en un retrato de terror y confusión, él avanzó hacia mí y me agarró de la mano que poco antes casi me condena al abismo. Me guió por todo el camino de vuelta a mi casa sin que pronunciara una sola palabra, estaba empezando a entender todo lo que estaba pasando... y obviamente no me estaba gustando demasiado. Entre en casa como si fuera un fantasma mientras el sonreía sabiendo que había caído completamente en su red. Al cerrar la puerta y meterme en cama no me sentí sorprendido al notar que la mano ya no me dolía.