
Los días pasaron lentamente. Me había encerrado en mi habitación cubierto con una sabana sentado en la esquina de la cama mirando el vacío. Había pasado del turbulento mar del miedo a las tranquilas aguas del terror puro en un tiempo record. Mi cabeza volaba de un lugar a otro intentando entenderlo todo, entender que significaba cada cosa que me había dicho y mi papel en medio de todo.
Un hombre, ni siquiera estoy seguro de que sea un hombre, dice ser el que escribe todas las historias del mundo, es más, escribe la misma historia del mundo en la cual para él dios y el demonio solo son dos personajes más. Se hace llamar El narrador pero yo puedo llamarle Ángel. Y ese mismo hombre que dice escribir la historia del mundo también dice que está escribiendo el fin de este, y que la primera señal serán naranjas.
Ángel… se me hace raro que tenga nombre. Para mí siempre había sido el hombre
A veces mis padres entraban en mi habitación y se sentaban conmigo, me preguntaban que me pasaba, que si era por una chica. Una vez vi a mi madre llorando por la impotencia y yo me levanté y les dije palabras tranquilizadoras, pero quizás solo fuera para tranquilizarme a mí.
Pasaba horas mirando al vacío, y el vacío me devolvía la mirada diciéndome cosas al oído y que solo sonaban en mi cerebro. “Míralo por el lado positivo chico” me decía una y otra vez “poca gente sabe cuándo se ha vuelto loco, juegas con ventaja.” Pero a veces, solo a veces una voz más suave y profunda llegaba, un susurro que era amenaza y a la vez esperanza. “¿y si no lo estás?”
Y al tercer día decidí averiguarlo. Me levanté de la cama que había sido mi hogar durante todo ese tiempo y lancé la sabana al suelo y haciendo eso me quite un peso enorme de encima. Me duché y sentí como el agua al chocar contra mi piel revivía cada uno de los poros de mi ser y me sentí en paz. Pues sabía que hacía lo correcto. Salí de la casa tranquilo, mirando a un cielo limpio y a un sol que iluminaba todo con fuerza mientras una ligera brisa alegraba el mundo.
Caminaba lentamente y encontré un cristal donde me reflejaba y admiré mi aspecto. Mi piel estaba de una palidez tal que casi parecía marfil junto con unas ojeras que daban a mi cara un aspecto cadavérico, un efecto al que ayudaba que hubiera perdido unos 10 kilos en menos de 4 días por las emociones. Toqué mi cara y sentí como mi mano raspaba con una barba de varios días que parecía una lija de carpintería. Comencé a reírme como un niño pequeño y a la primera señora que vi la saludé y le dije gritando “¿A que estoy hecho un galán?”. Y me fui cantando y bailando, gritando y saltando por las calles porque a pesar de mi aspecto me sentía mejor que nunca. La gente se paraba y me miraba con la misma cara que miran a un loco cuando no se entiende lo que hace. Lo comprendía porque yo también tenía la misma sensación, no sabía porque me sentía así, pero así era y pensaba aprovecharlo.
Cuando me cansé de los saltos y los gritos me senté en un viejo banco en un parque Desde allí mire a una tienda de gominolas en la que yo solía comprar, estaba llena de chavales que como yo no tenían clase ese día y de repente escuche una risa que me era muy familiar.
Ella estaba ahí, la mujer por la que me había odiado a mí mismo y después había pasado a odiar el mundo estaba ahí con esa risa que me volvía loco. Era guapa, muy guapa, realmente preciosa y podía pasar horas mirándola que no me cansaría. De repente se giró y le cogió la cara a un chico, besándole suavemente en los labios. Así que ese era el chico que había odiado sin conocerle, ese odio puro y sin motivo real que tanto me satisfacía por dentro. Sonreí, ya no podía estar mal con ellos. Entendí las palabras que me había dicho Ángel el primer día, ella no era mi historia, era la de otro, y no merecía la pena estar mal por ello. Me levante y me acerqué a ellos, lentamente y con una sonrisa en los labios. Ella me vio y dejó de sonreír, pude ver una especie de sentimiento de culpa en sus ojos y a la vez de miedo, puede que por mis aspecto o quizás porque temiera que fuera a pelearme con su chico. Se apartó de él y le dijo que esperara mientras se acercaba hacia mí. Nos miramos unos segundos sin saber quien debía empezar a hablar. Al final ella se decidió
- Perdóname… - con un gesto de la mano hice que se callara
- ¿Lo sabías verdad?
- ¿Él qué?
- Lo sabías.
Ella me miró y comprendió al fin.
- Si... sabía lo que sentías, y tú a mí también me gustabas, por eso estaba tanto contigo. Pero…
- Apareció él.
- Sí...
- Sed muy felices, de corazón. No tengo nada que perdonarte
Me di la vuelta y me aleje aún sonriendo. Al final de la calle estaba él, el hombre que me dijo que le llamara Ángel, observándome fijamente con la cabeza ladeada apoyándose de la pared. Fui directo hacia él pero antes de llegar una voz hizo que me girara. Ella estaba detrás de mí y se la veía nerviosa.
- ¿puedo preguntarte algo?
- Claro, ya lo sabes.
- Ese aspecto tan horrible… ese aspecto de cadáver. ¿es por mi culpa? ¿por lo que pasó?
- Para renacer hay que morir ¿no?
La miré con mi mejor cara y me volví a dirigir hacia él. Podía ver todos sus dientes afilados en un amago de sonrisa.
- Es la frase más inteligente que he oído en mucho tiempo.
- ¿Me esperabas?
- No tienes ni idea desde hace cuanto tiempo.
- Como mínimo tres días
- Cierto es, no me esperaba que lo asimilaras tan rápido, pensaba que tardarías un par de días más.
- No, no lo he asimilado, lo he aceptado que es diferente. Pero supongo que tengo preguntas que hacerte.
- Recuerda que la última vez no te gustaron demasiado las respuestas. Haz las preguntas que quieras pero mientras demos un paseo.
Comenzamos a andar uno al lado del otro en completo silencio. Buscaba las palabras pero no llegaban o no eran exactamente como esperaba. Pero finalmente me decidí por la más sencilla y la que más me daba miedo.
- ¿Qué quieres de mí?
- ¿ahora mismo o en líneas generales?
- Ambas
- Ahora me gustaría que giraras a la derecha, y que sigamos por este callejón. Siempre me han gustado los callejones, ¿a ti no? Tienen como magia... son sitios llenos de misterio.
- Apasionante.
- También me gustaría que te ahorraras el sarcasmo, conmigo no muchacho. Al menos hasta las 12.
- Lo siento.
- Lo que quiero de ti es sencillo, me interesas. Eres libre, no he escrito nada sobre ti. Solo que naciste, y quizás algún día escribiré que morirás. Eres el hombre sin historia y lanzas olas en todo el estanque que son difíciles de calcular, por tu culpa he tenido que escribir la historia de las próximas 6 décadas una infinita cantidad de veces. Tú bendición es la libertad, y tu maldición al mismo tiempo porque nadie más es libre y sus historias están condenadas a no cruzarse durante demasiado tiempo con la tuya.
- ¿Pero por qué?
Me miró, y entendí que no era la pregunta correcta.
- ¿Naciste?- volví a preguntar
- ¿Cuando abres un libro te preguntas cuando nació la voz que te cuenta todo? Si es un narrador personaje tiene sentido pero si no es así, la voz ha existido siempre solo que ahora tiene algo que decirte a ti.
- Pero la voz la crea un escritor en algún momento, y los escritores han nacido algún día también.
- ¿Seguro? ¿Y si todas las voces y todos los narradores fueran el mismo? ¿Y si todos los grandes escritores fueran la misma persona? ¿O sí todos los escritores lo fueran aunque ellos no lo supieran? Vida propia, mente propia, pero que cuando escriben son otra persona.
- Pero eso es… imposible... ¿no?
Le miré y me di cuenta que para él la palabra imposible era un concepto bastante abstracto y que le pasaba a otras personas. Y entonces me di cuenta.
- Y cuando yo escribía tu historia... ¿era yo u otra persona quien escribía?
- Tú y solo tú. Yo nunca he influido en tu vida hasta ahora.
- ¿Y por q...?
Antes de que pudiera terminar la frase me mando una de esas miradas que decían claramente que no me lo iba a poner tan facil. Así que solo pude soltar una carcajada y cambiar la pregunta
- ¿Por qué has escrito la historia de un mundo que es tan horrible? ¿Por qué haces gente malvada, el hambre, las enfermedades y todo eso?
- Me sorprende que aun no lo entiendas, esto es una historia, y toda historia necesita héroes y villanos. Necesita problemas y drama. ¿A quién le interesa la historia de un niño que se encuentra un perro muy majo se lo queda y son felices para siempre? ¡A nadie! Pero si ese perro mordiera a la señora López en el trasero y el niño tuviera que luchar por salvar a su chucho de que lo sacrificaran sería mucho más interesante ¿no crees?
- Pero podrías hacernos tan felices a todos con un gesto, un mundo sin problemas ni guerras.
- Cada personaje tiene su personalidad, un escritor debe respetar la personalidad de sus personajes, sino no está escribiendo su historia sino la que a él le gustaría que tuviera. Además, la gente necesita drama, ya lo entenderás con el tiempo.
Anduvimos durante un buen rato otra vez en silencio. Miraba los oscuros y estrechos callejones por los que pasábamos y a veces me asustaba por el movimiento de alguna rata entre la basura. Esperé lo que me parecieron horas hasta conseguí reunir el valor a preguntarle
- ¿Por qué escribes el apocalipsis?
- Genial, has hecho la pregunta justo a tiempo.
- ¿justo a tiempo para qué?
- Para crear un buen efecto dramático.
Alzó el brazo y pude ver que acabábamos de salir de los callejones y habíamos llegado a un antiguo cementerio. Unas verjas puntiagudas de un metal oscuro custodiaban la ciudad de los muertos pero él las abrió casi sin tocarlas, al entrar yo e intentar cerrarlas mis brazos se vieron impotentes por el peso de esas moles de hierro.
Caminamos entre tumbas, estatuas lloros, rosas y flores secas hasta que llegamos a una especie de palacio de muerte custodiado por dos ángeles con espadas a cada lado y en la puerta un grabado del segador, la muerte. Un encapuchado con una guadaña, no se le podía ver los ojos, pero parecía mirarte fijamente.
Tenía la sensación de que estaba anocheciendo pero al mismo tiempo sabía que era imposible, que no eran más allá de las 4 de la tarde ¿o no? Ángel me agarro del hombro y me miro a los ojos.
- Muchacho, en toda historia solo hay dos cosas realmente importantes. El principio y el final. Con un mal principio el lector pierde interés y suelta el libro, con un mal final el lector tiene la sensación de haber perdido el tiempo, una sensación de decepción, de dejar la historia coja. Pero si consigues un buen final y un buen principio el resto viene por si solo. Y eso se puede aplicar también a la vida de las personas, mira el principio determina gran parte tu vida, donde has nacido, como fue el nacimiento, tus genes. El final determina tu éxito en la vida, en vuestra cultura si naces en una cuna hecha de mierda y mueres en un ataúd de oro significa que has triunfado en la vida. Y si es aplicable al ser humano, ¿por qué no al mundo? Si es la mayor historia de todas.
- ¿Pero por qué ahora? ¿Por qué me lo cuentas sino puedo hacer nada?
El Narrador se dirigió a una de los ángeles y se sentó a su lado pasando uno de sus bazos por detrás como si fuera un viejo amigo.
- Porque estoy cansando… por eso. He vivido durante millones de años, algunos como persona, otros como seres que no podrías imaginar. He sido energía pura, he sido pensamientos de un universo infante. Un día por mero aburrimiento, o obedeciendo a reglas mayores que ni yo mismo puedo desobedecer cree la historia de un mundo que en el que había vida, y otro, y otro y luego otro más. No os creáis especiales, hay más mundos que vosotros. Pero un día decidí quedarme aquí, no por nada en especial. Cuando eres un ser cosmológico no tienes demasiados caprichos, pero creo que me gustó la idea de ver las historias que había creado. ¿Sabes algo? La humanidad es una infección, una enfermedad contagiosa que se te acaba pegando y no hay medicina que lo cure. Al principio me resistí pero al cabo de los siglos me hice un poco humano.
Miré al oscuro edificio y después mis ojos se dirigieron a él, oh dios, empezaba a entender y no sabía si me hacía mucha gracia o me daba mucha pena. Él me miro y soltó una carcajada.
- Veo que ya lo intuyes, sí, me volví un poco humano. Comí vuestra comida, bebí vuestra agua, respire vuestro aire, probé los placeres de la carne en todas sus posibilidades… y sus pasiones.
- ¿Me estás diciendo que…?
- ¿Me enamoré? Sí, hará un poco menos de un siglo. Una mujer hermosa como pocas, inteligente como muchas menos y con una risa que me volvía loco. Pero no debí hacerlo. Era como tú, se fijaba en la gente. Un día estaba sentado en un banco escribiendo todas las historias cuando ella se acercó a mí y supo que era especial. Yo la conocía claro, había escrito su historia, pero al igual que tú, al entrar yo en la humanidad creé olas que movieron todo el estanque. No tenía historia, y cometí el error de querer tener una. Estuvimos juntos un largo tiempo y fuimos felices pero la inevitabilidad narrativa, una fuerza que debo seguir hasta yo, que rige la mayoría de las historias hizo que una guerra civil estallara. Por culpa del amor había dejado de lado mis obligaciones y las historias habían seguido el rumbo que les había marcado aunque no sabía que acabaría así. Soy el escritor, pero créeme las historias mandan más que yo aunque las cree yo mismo. Su fuerza es la inevitabilidad narrativa y deberás aprender sobre ella si te gusta escribir. Intenté evitarlo, pero todas las líneas de acontecimiento llevaban a la misma conclusión, ella debía morir y así lo hice. Volví a ser quien era como siempre debí ser. Y como único agradecimiento hacia esa felicidad que me había brindado, este mausoleo y el recuerdo eterno.
- ¿La dejaste morir? ¿Aunque la querías?
- Es lo que debía hacerse, no te atrevas a juzgarme porque créeme chico no tienes ni idea de mis responsabilidades, cometí un error y ella pago por mí. Ya no puedo volver a ser el de antes, no puedo volver a vagar por el multiverso, soy demasiado humano ¿entiendes?
- ¿Y por eso debe ser el apocalipsis?
- ¿Recuerdas lo que le dijiste a aquella chica?
- Para renacer hay que morir…
- Este mundo debe desaparecer, aun no, pero desaparecerá. Estoy cansado, no quiero escribir más, he vivido demasiado.
- ¿Pero no decías que todo vuelve a empezar? Que el final de una historia solo es el principio de otra y todo eso.
Me miró y entendí
- oh no...
- Exacto.
- No, no puede ser, no puedo hacerlo.
- Sí que puedes, es tu destino.
- ¡Mientes! Dijiste que no tenía historia.
- Por eso es tu destino, porque el narrador es el único que no tiene historia, porque nadie se molesta en contarla.
El terror se adueñaba de mí, quería correr, pero el abismo de sus ojos me lo impedía.
- ¡No!
- ¡Sí! Es lo que siempre has querido, escribir, escribir la vida, escribirlo todo. Es quien eres. Tienes dos opciones, o aceptar mi regalo o no hacerlo. Si no lo haces borraré toda esta historia, volverás atrás y ese día no me verás ni ningún otro, o si prefieres aquel día que caíste por las escaleras no te cogeré la mano. El resultado será el mismo, en uno morirás físicamente en el otro te pasarás todas la vida preguntándote por que existes. Fingiendo tener una vida cuando nada te satisface.
Respiré y me relaje, al final lo comprendí todo.
- ¿No tengo opción verdad?
- Si la tienes, solo que no te gustará. He dejado todo atado, sucederá en unos años, muchos años, tendrás tu vida. Cuando sea tu turno lo sabrás. No volverás a verme, la magia se ha acabado, al menos durante un tiempo.
- ¿Qué será de ti?
- He escrito todas las historias, todas y cada una desde que tome conciencia y ahora ya he acabado.
- ¿y ahora qué?
- Creo que me toca escribir la mía.
Se alejó, lentamente como los que saben que la felicidad puede esconderse en un paseo. Una ligera brisa agitaba su pelo y la noche comenzaba comerse el día. Mientras atravesaba las rejas me atreví a hacerle la última pregunta.
- Oye… si tú eres El narrador, el que escribe todas las historias... y si quizás yo lo soy algún día... ¿Quién es El lector?
Se giró por y por última vez pude ver esa sonrisa de lobo y esos ojos como fosas abismales que absorbían toda la luz.
- No tengo ni idea, ¿pero a que es inquietante?
Y se perdió en la niebla, una niebla que acababa de surgir de la nada. Me reí, un final literario, de los que le gustan.
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Han pasado muchos años desde aquel día. Me he casado, varias veces, me he acostado con más mujeres de las que puedo recordar el nombre y sé que ninguna recuerda el mío pues yo no tengo un verdadero nombre desde aquella. He cumplido mi sueño de ser escritor, ninguno de mis libros ha sido un gran éxito pero me han dado de comer. No he tenido una historia, he tenido pequeños relatos, pequeños sainetes de entreacto pues no formo parte del cuento de nadie. Y escribo todo esto no porque sea mi historia, sino porque él se merece que alguien se la escriba.
He ido a todos los loqueros que he conocido para saber si soy un demente peligroso, aunque en fondo sé que no. Sigo mirando la ventana, sigo mirando la lluvia como aquel primer día que le vi y empezó todo. Una lagrima o dos surcan mi rostro echando de menos esos días de magia.
El único sonido que reina en la casa es el repiqueteo de las gotas de agua contra el cristal y el único moviendo es su baile con la música del viento. Cojo todas las hojas de su historia y las vuelvo a leer, sonrió al ver lo idiota que era.
Suena la puerta. Me levanto, supongo que será el pizzero, o la vecina. Al abrirla veo que no hay nadie, pero al bajar la cabeza veo un viejo portátil gastado con el tiempo. El miedo surge de pronto y mi cabeza se da la vuelta con rapidez.
Desde la ventana veo una pequeña naranja cayendo del cielo en mitad de la lluvia, una naranja deslizándose suavemente por el viento y lluvia, es bello a su modo. Sonrío, es mi turno

