miércoles, 28 de julio de 2010

La azotea


La ciudad está viva. Te dicen que no, pero te engañan. Dicen que cuando las personas comienzan a juntarse en un lugar por sus ventajas económicas, estratégicas, vitales o simplemente porque ahí huele mejor que alli nace una ciudad. Mentira. Las ciudades nacen como los arboles, el viento lleva la semilla de la civilización a algún lugar donde poder germinar. Cuando la polis nace comienza a alimentarse de almas humanas que atrae con colores bonitos, sueños y esperazas. Después escupe las cascaras vacías al suelo quitandole todo lo que era, convirtiendolos en monstruos, en martires, o en simples máquinas grises. Su corazon late, y con cada latido evoluciona, cambia, se convierte en un abominable arbol que lanza sus raíces al centro del mundo absorviendo su fuerza vital y pudriendolo lentamente. Pero como buen árbol, las ciudades dan sus frutos.
Historias.
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Corro, como no he corrido en mi vida. La lluvia golpea mi cuerpo y el viento baila violentamente con mi pelo. La ropa me molesta y me atrasa. Arrojo mi chaqueta a la tormenta como un tributo de sangre al dios del trueno por un poco de tregua o quizás para que me impulse a mi destino.
Mi nombre es Sara y el hombre que amo está a punto de morir.
Me arrojo contra el primer taxi que veo, el taxista tenía intencion de quejarse, pero enmudeció al ver mi cara, o quizás al ver mi camiseta mojada y probablemente transparentada. Le doi la dirección y le prometo el doble de lo que marque el taximetro si llegamos en menos de 15 minutos. Llegamos en 10.
Los billetes aun no habían terminado su vuelo hacia el asiento y mi cuerpo ya estaba corriendo de nuevo hacia un enorme edificio de pisos.
Timbro al portal y espero un par de segundos antes de darme cuenta que va abrir. Son las 3 de la madrugada así que no creo que ningún alma caricativa me abra la puerta. Golpeo con todas mis fuerzasel cristal. Puedo escuchar el sonido de mi carne al rasgarse. Ya me vendaré. Cojo la manilla del otro lado de la puerta y abró. Vuelvo a correr.
El ascensor parece moverse a camara lenta mientras mis dedos se pelean una y otra vez con el boton con la esperanza de que baje más rápido. Son 28 pisos y el muy gilipoyas vive en el ático. Por cada segundo que pasa mi esperanza va disminuyendo.
Al llegar el ascensor abro sus puertas con las manos para apresurar y presiona la ultima tecla del mando. Subo.
Estoy en su puerta
Está abierta. Mala señal.
Avanzo lentamente por el pasillo con miedo a lo que pueda encontrarme. Las paredes estan llenas de viejas fotos, carceles de recuerdos que nos dicen quienes fuimos en tiempos pasados y sobre todo nos susurran al oido quienes ya no están con nosotros. Nos veo, que felices eramos. Por impulso cojo mi foto favorita, no se porque pero la beso.
Un rayo cae y el viento arroja al suelo un cuadro. La ventana está abierta. Busco por todo su piso y no encuentro nada, solo fotos, sus viejas guitarras y lo imprecindible para vivir.
No está. Lo ha hecho. Me siento en el suelo abrazando nuestra foto y lloro. No es un sollozo histérico, ni siquiera se puede considerar llorar. Una única lagrima cae lentamente por mi mejilla mientras todo dentro de mi comienza a morir lentamente.
Mi cuerpo, sin yo controlarlo, se va tumbando lentamente hacia un lado y cierro los ojos. Quiero dormir, dormir para siempre.
No. Escucho atentamente. Ahí arriba. Música.
Me levanto, y subo los escalones lentamente hasta llegar a la azotea. El viento me golpea y casi me hace caer. Pero ahí esta. Él, sentado al borde del abismo, apoyado en un conducto de refrigeración mientras la lluvia cae sobre su cuerpo completamente desnudo tocando su guitarra.
Me acerco, lenta, cautelosa. Admiro desde la distancia su cuerpo, sus músculos, su pelo.
- Hola cariño. –Su cabeza se gira lentamente con una sonrisa de oreja a oreja en su rostro, no se como ha podido oírme.
- Hola Asel…
- Estás preciosa esta noche.
- Gracias. ¿Asel?
- Dime cariño.
- ¿Puedes dejar de estar sentado en la azotea a 28 pisos de altura y venir aquí?
- No. No puedo.
Se hace el silencio. De su guitarra salen sonidos lentos, suaves y hermosos. Toca como deben de tocar los dioses.
- ¿Sabías que mi verdadero nombre no es Asel?
- Si, lo sabía.- Comienzo a andar cautelosamente hacia él.
- Supongo que Antonio no es nombre para un rockero ¿no? Pero Asel no sé… Tiene estilo. Lo saqué de un libro.
- ¿Y quién era?
- Uno de los buenos, o eso creo. Muere al final
- Ah.
Estoy a su lado. A tan pocos centimetros que casí podría tocarlo, pero no lo hago.
- ¿Qué llevas ahí?
- Nuestra foto.
Cierra los ojos como si le acabase de decir lo mas bonito del mundo.
- La de cuando nos conocimos ¿no?
- Si
- Dios… ¿Recuerdas? Era uno de nuestros primeros conciertos, pero vosotros os sabíais todas nuestras canciones y estabais en primera fila, tu y tus amigas. En mitade mi parte favorita te agarré y te subí conmigo al escenario. Temblabas de miedo. ¡Y eso que solo seríamos unas 200 o 250 personas! Pero pronto te animaste y comenzaste a cantar conmigo en el microfono. Y yo vi tus ojos verdes. Pero no eran tus ojos ¿entiendes? Era como mirabas, era tu mirada, lo que veía en tu mirada. Miedo, libertad, sueños, esperanzas, inseguridad, pasion, fuerza, debilidad. Dios… aun lo veo ahora… Tenías que ser mía. Y te besé, dios creo que fue el beso mas romantico de mi vida. ¿Recuerdas lo que hiciste no?
- Claro
- Me empujaste y me gritaste ¿De que vas? La muy japuta de tu amiga hizo la foto justo en el momento que me comenzabas a empujar. Estaba tan avergonzado, todos tus amigos y todos los de mi grupo se estaban descojonando, joder incluso el público. Que vergüenza pasé. Terminamos a los 20 minutos de la risa.
- Pero me buscaste.
- Si para disculparme. Y en cuanto me viste te reiste y me dijiste “Para que aprendas capullo. No eres el rey del mambo”.
- Sí pero acabamos follando a lo perro en un parque a las dos horas.
Nos comenzamos como locos. Nos apoyamos el uno en el otro intentando no ahogarnos de las carcajadas. Me abrazo a él y el se abraza a mí con fuerza. Nos besamos, un beso lento y suave, como los acordes de su guitarra. Se separa y me mira a los ojos.
- También puedo tocar el violín.
- No lo sabía
- Supongo que me avergonzaba un poco. No sé, aprendí de niño. Un Antonio no puede tocar la guitarra eléctrica pero si el violín. Supongo que no lo toco el público para no recordar a Antonio.
- ¿Por qué odias a Antonio?
- No lo odio. Lo desprecio. Antonio representa todo lo aburrido de la sociedad, todo lo que hace que quiera huir de este mundo. Antonio es el hombre que mis padres quisieron que fuera. Trabajo fijo, mujer, aburrido, etc etc... Nunca pude serlo, por eso soy Asel.
- Me gustaría que tocaras el violín para mi.
Me mira y lentamente se da la vuelta, a sus pies hay una pequeña maleta y dentro de ella un viejo instrumento de madera. Asel coje el arco y comienza a rasgar las cuerdas del violín siguiendo el ritmo que le marca las gotas de lluvia al caer al suelo creando una melodía hermosa, salvaje, que remueve cada atomo de mi ser mientras sus ojos estan cerrados. En sus notas puedo ver la historia de un amor desgarrado y de una sonrisa perdida.
Para. Me mira. Y se acerca
Yo susurro
- Mi violinista en el tejado.
El violin acaba en el suelo mientras nuestros brazos se abalazan el uno contra el otro. Sus dedos desgarran mis ropas y yo con los míos busco su calor entre los pliegues de su cuerpo.
En sus ojos veo un poco de miedo
- Cariño.. tu brazo.. está sangrando.
- Lo sé.
Le callo con otro beso. Acaricio su piel mojada por la lluvia y pequeñas gotas traviesas de sudor. El agua golpea nuestras espaldas mientras me hace suya una última vez. Nuestros cuerpos se vuelven salvajes, ajenos a nuestra mente, bailamos con el viento y nuestra piel lucha por volverse una sola mientras nuestras lenguas sellan nuestro silencio.
Caemos al suelo, agotados, abrazados, mientras nuestros pulmones buscan aliento entre jadeos de extenuación.
Y llega el silencio.
No sé cuanto tiempo nos quedamos mirando al cielo tormentoso mientras nuestros cuerpos acudían a por calor el uno con el otro. Mi cabeza apoyada en mi pecho y mis brazos rodeando su torso.
Los segundos pasaban lentamente mientras su mano acariciaba mi pelo húmedo y los rayos atronaban a nuestro alrededor.
- Sara.
- ¿Sí?
- Me muero.
Durante unos segundos pudo escucharse mi corazón latiendo con fuerza.
- Lo sé.
- Cancer.
- Lo sé.
- Por eso me fui, por eso me marche de tu lado, no quería que me vieras convertido en un monton de polvo negro, una sombra de lo que fui, una cascara vacía y drogada por los medicamentos.
- Claro, no llegaste a pensar que quizás quisiera estar contigo, que sufriría mas al no saber que ha pasado de ti, porque te marchaste, que mal había hecho para dejarme sola.
- No…
- Y ahora huyes del hospital, y yo era el único número que tenían. Me lo cuentan todo. Has estado 6 jodidos meses muriendote en la cama de un hospital yde repente estas de puta madre y huyes de allí. ¿A ti que coño te pasa?
- Sara...
- ¡¿Qué?!
- Voy a morir esta noche.
- ¿Qué?
- En mi vida, todo ha sido decidido por alguien o por que no podía hacer otra cosa. Fui al conservatorio porque mis padres así lo querían. Fui a la universidad a estudiar su carrera. Forme el grupo porque no encontraba trabajo y a mis amigos les parecía divertido. Me cambie el nombre porque me lo pidió el managuer. Durante años me he sentido completamente vacio salvo cuando tocaba música. Vacio… o quizas lleno de nada. No lo sé. Lo único que realmente elegí yo fue besarte aquel día. Y esto..
- ¿y esto?
- Puedo morir mañana puedo morir pasado, dentro de un mes, o dentro de un año. Pero se que voy a morir. No hay esperanza. Al menos quiero decidir cuando morir.
- ¿Y yo que?
- ¿Y tu que?
- ¿¡No tengo nada que ver en esa decisión tuya!?
- No
- ¿Cómo?
- No, no tienes nada que ver. Es la única decisión que realmente solo me atañe a mí. Dentro de unos meses solo seré una triste caricatura de ser humano babeante incapaz de tomar decisiones, en mas tiempo moriré en una habitación. Y tu estarás sufriendo todo ese tiempo.
- Pero estarán ahí todos tus amigos. No morirás solo.
- Cariño, no te engañes, todos morimos solos.
- Pero..
- Calla
Me abraza y me besa. Lucho, pero mis lagrimas me quitan las fuerzas. Me dejo caer entre sus brazos y me dejo querer por sus manos unos momentos.
- ¿Cuándo lo haras?...
- Cariño… ya lo he hecho, hace unos tres cuartos de hora. Cuando escuché el timbre de la puerta. Sino, sabría que me arrepentiría nada mas verte y no podría hacerlo. Veneno. Muy shakesperiano ¿No crees?
- ¿Estas arrepentido?
- No.
- Te odio
- Mientes.
- ¿Qué haré yo sin ti?
- Ve a mi habitación, en el primer cajón encontrarás una caja pequeña con un lazo rojo. Subela.
- Pero ¿Por qué?
- Hazlo… Por favor.
Me levanto lentamente y cruzo la azotea como un alma en pena. Me acerco a esa habitación en la que habíamos compartido tantas cosas y abro la mesilla. Ahí está. La caja.
Vuelvo junto a él.
No hay nadie.
En el suelo, envuelto en mi ropa y encima de nuestra foto, una cinta de cassete.
Abro la caja sabiendo lo que hay dentro, una pequeña grabadora. Mete dentro la cinta y la hago sonar.
Solo escucho los primeros acordes y ya reconozco la canción.
La canción con la que empezó todo
La canción con la que tomo su primera decisión
Y tambien la última.
Miro hacia abajo y veo una mancha que era antes su cuerpo perfecto, a su lado, un hombre con portatil esta llamando a la policía, o eso creo. Está mirando fijamente hacia mí buscando el lugar desde donde cayó.
La música me envuelve. La lluvia y el viento bailan con mi pelo. Sonrio y una única lagrima cae entre las gotas hacia el vacio. Buenas noches.

sábado, 24 de julio de 2010

Lástima


Lástima, pudo haber sido emocionante, pudo haber sido bonito, pudo haber sido fascinante, pudimos haber matado de envidia las mejores historias de amor. Pudimos romper las reglas. Pudimos romper los esquemas. Pudimos escuchar los silencios y no las palabras vacias. Pudimos ser uno. Pudimos ser todoy no ser nada. Pudimos gritar al aire. Pudimos vivir nuestra pelicula. Pudimos encontrar la luz. Pudimos haber hecho que el mundo nos odiase por ser mas felices. Pudimos luchar contra el destino. Pudimos vencer a la tristeza. Pudimos ser libres.El mundo pudo haber sido nuestro.
Lástima